19 de febrero de 2018

TÚ, QUE ERES DE CCOO O UGT, SI NO ERES JUBILADO, ERES CÓMPLICE DEL ATAQUE A LAS PENSIONES

La única batalla que se pierde es la que se abandona

Por Marat

Pongo por delante que los sindicatos de pensionistas y jubilados de CCOO y UGT están entre los primeros que han iniciado la lucha contra la eliminación de nuestras pensiones. Muchos de sus afilados y responsables de esas secciones están implicados en la defensa de aquello que nuestra clase conquistó un día porque les/nos va la vida en ello. Hacia esos veteranos toda mi simpatía.

Hasta aquí mi reconocimiento hacia los afiliados de esos “sindicatos”. No he visto en todos estos meses de acoso a las pensiones, de anuncios de que la crisis de las pensiones públicas se debía a la esquilmación del fondo de reserva de la Seguridad Social, argumento de progres y de liberales, cuando esa crisis nació del Pacto de Toledo (miren quiénes fueron sus firmantes), que decidió que dichas jubilaciones no dependerían de los Presupuestos Generales del Estado sino de las cotizaciones de cada trabajador, ni una sola medida de fuerza del conjunto de esos dos sindicatos contra este brutal ataque.

Les sugiero que comprueben ustedes las sucesivas crisis económicas que ha atravesado España desde 1973, el modo en que se ha desregulado el mercado de trabajo, cómo se han ido depauperando los contratos de trabajo, cómo han ido descendiendo los salarios y de qué manera se han ido imponiendo las horas de trabajo no pagadas ni cotizadas por los empresarios y saquen sus conclusiones sobre de qué manera afecta todo esto a la caja única de la Seguridad Social y a las pensiones. Creo que, si se molestan en entender esta cuestión, no tendrán grandes dificultades en entender qué es lo que le pasa ahora a las pensiones, por mucho que el Estado capitalista español tenga grandes dificultades en asegurar las pensiones de los que que en los próximos años, pertenecientes a la generación del “baby boom”, supongamos para el sistema público.

Repasemos los años de “resistencia” de los dos principales sindicatos de trabajadores españoles desde entonces. Preguntémonos qué hicieron para denunciar el cambio en la capitalización de las pensiones públicas contributivas hacia una cotización dependiente exclusivamente de los trabajadores. Veamos en qué acabaron sus huelgas contra el cambio de la legislación laboral desde Felipe González, hasta Rajoy, pasando por Aznar y las dos del mejor “Presidente de la democracia” y “referente progresista mundial”, Zapatero, en ambos casos según la opinión de Pablo Iglesias, ex Presidente que allanó el camino al brutal ataque que hemos vivido bajo Rajoy. Veremos lo que nos ha traído la democracia burguesa a la clase trabajadora, así como sus gobiernos ultralibrales y progres. Consideremos qué es lo que obtuvieron estos dos “sindicatos” para nuestra clase y qué es lo que lograron, gracias a sus luchas con sordina y frenos tras las Huelgas Generales, para el mantenimiento de sus estructuras y cúpulas de burócratas dirigentes y liberados sindicales.

Quizá los burócratas de CCOO y UGT prefieran los planes privados de pensiones porque con ellos pueden hacer negocios, como es el caso del perteneciente a la Administración General del Estado, que cogestionan con el BBVA. A pesar de ser ruinoso para quienes lo han suscrito a estos sindicatos les da beneficios. Y no es el único fondo de pensiones privados que gestionan

Si dejamos a un lado la combativa lucha de los pensionistas de CCO y UGT en defensa de una conquista que parece que no acabamos de creernos que nos van a arrebatar (el Presidente Rajoy va dándonos algunas pistas: el ahorro para las pensiones privadas y la posibilidad de rescatarlas para crear una confianza en que funcionan), ¿qué es lo que han hecho las direcciones sindicales para defenderlas, al margen de las estupideces a las que nos tienen acostumbrados los sucesivos bonzos de las las direcciones de una y otra central? ¿Qué movilizaciones, que no sean de pensionistas, han impulsado cuando son nuestras vidas futuras, nuestra vejez, la posibilidad de no tener que depender de la caridad, las que están en juego?

Y ahora me dirijo a ti, afiliado a CCOO y UGT, que tienes el carné de esos “sindicatos”, por si acaso, como si fuera la tarjeta de fidelización de Carrefour o de puntos de cualquier gasolinera, ¿qué has hecho para presionar a tu central, a tu sección sindical, a tu comité de empresa para que exija a los sindicatos mayoritarios una respuesta contundente contra el gobierno, los partidos parlamentarios que nos entretienen a los trabajadores con sus juegos de salón y las organizaciones empresariales? ¿Nada? Vale, ya tengo tu respuesta.

No me olvido de ti, delegado sindical, Presidente del Comité de Empresa, miembro del Comité de la Sección Sindical de dichas centrales: ¿Cuál ha sido tu esfuerzo para presionar a tus dirigentes locales, regionales o nacionales, a Unai Sordo o a José María Álvarez? ¿Has escrito muchas cartas, has promovido muchas reuniones de afiliados para exigir una defensa activa de tu sindicato por las pensiones, para que éste movilice a todos sus afiliados y a toda la clase trabajadora en defensa de unas pensiones que no afectan a los pensionistas de hoy sino a todos los trabajadores incluso antes de llegar a serlo? Tranquilos, salvo honrosas excepciones, sé las respuestas de casi todos vosotros.

A lo largo de mi trayectoria política he defendido luchas justas en beneficio de mi clase, las convocara quién las convocara, Agamenón o su porquero, sencillamente porque eran justas y necesarias. Por eso, les he puesto la convocatoria como imagen que acompaña a este texto. He preferido ésta a la que pulula por la red porque el llamado lenguaje inclusivo que ahora están imponiendo las de las antorchas y las horcas ni es el mío ni creo que pretenda defender a mi clase, a pesar de que haya quien crea que es así.

Si, a pesar de tu comportamiento pasivo, de tu fatalismo resignado, de tu desclasamiento cómplice, de tirar piedras sobre tu propio tejado con tu aceptación de la dictadura de clase que nos impone el capital y de la enésima traición de tu sindicato a tu clase, reaccionas y estás dispuesto a sumarte a la batalla, que es la tuya, porque a todos nos concierne y a tu vejez también, será el momento de ir cavando trincheras, de sacar toda la artillería contra nuestros enemigos de clase y de pelear todos juntos codo con codo. 

Pero no me llamo a engaño. Ciertos sindicatos “alternativos” y alguna marcha, a la que en algún momento he apoyado ya da por perdida, sin admitirlo, la batalla y ponen en primer lugar de su convocatoria de movilización determinada Marcha Básica, lo que no es sino un modo infecto de vender la Renta Básica que progres y liberales intentan colocarnos en lugar de las coberturas sociales que un día conquistó la clase trabajadora. Toma 400 y pico euros en lugar de subdisidio de desempleo pensiones, sanidad y educación públicas y calla. Pero todo eso vestido de “izquierda real”. Compren ustedes esa marcha si quieren. Yo no perderé mi tiempo en esa trampa de la Renta Básica de la que hace algún tiempo les hablé. Yo ya me hice en su momento la pregunta de porqué para estos izquierdistas, en el peor sentido que Lenin les dio, no han puesto como punto primero y principal la defensa de las pensiones y no me costó encontrar la respuesta.

Sobre huelgas de solo una parte de la clase trabajadora con reivindicaciones de coartada laboral pero objetivos de sustituir la lucha de clases por cuestiones bastante menos dignas les hablaré a partir del 9 de Marzo.

12 de febrero de 2018

SOBRE EL CUENTO, QUE ALGUNOS COMPRAN COMO CIERTO, DEL MILAGRO ECONÓMICO PORTUGUÉS

Por Marat

Desde que llegó al gobierno el Partido Socialista Portugués (PSP), el 24 de Noviembre de 2015, con el apoyo externo del Partido Comunista Portugués (PCP) y del Bloco de Esquerda (BE), diferentes voceros del reformismo, como antes del fiasco de Syriza sucedió para los progres de Podemos e IU con el pretendido gobierno de la “izquierda radical” griega, parecen querer convencernos de las bondades progresistas de dicho gobierno en materia social, económica y laboral.

Es fácil mantener la ficción de una realidad inventada cuando se conoce muy poco o casi nada sobre ella. Sobre Portugal los españoles conocemos muy poco, mucho menos que los portugueses sobre España, fuera de que en ese país hubo una revolución de los claveles, que la capital está en Lisboa y que hay en él otras ciudades importantes como Oporto. Desafío a muchos de mis lectores a que me digan cómo se llama el Primer Ministro portugués actual sin consultarlo en la wikipedia, gran referente cultural de muchos internautas.

Poco parece importarles el hecho de gobierne ahora en Portugal el mismo PSP que traicionó la revolución del 25 de Abril. Que la historia no nos destroce una esperanza por poco fundamentada que esté ésta.

Las razones que esgrimen quienes consideran progresista al gobierno portugués son básicamente las siguientes:
  • Reducción de la jornada laboral semanal a 35 horas...en la administración pública. Precisamente donde no se producen choques con el capital empresarial.
  • Subida importante de los salarios tanto a funcionarios como en el caso del salario mínimo interprofesional en el sector privado
  • Subida de las pensiones
  • Reducción del desempleo desde el 17,3% registrado en 2013 a un 8,6% en 2017. Pero según un estudio del Observatorio de Crisis y Alternativas del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, el 63,3% de los contratos que se han firmado en el país vecino desde finales de 2013 son a tiempo parcial, temporales, o de obra. Sólo un tercio de los nuevos contratos son indefinidos ¿Les suena esto? Y son los sectores del turismo y la construcción fundamentalmente los que crean empleo, los cuáles concentran los salarios más bajos. ¿Les sigue sonando?
  • Subida de impuestos de dos puntos porcentuales, del 7 al 9%, a las grandes empresas, lo que ha afectado a un número muy reducido de compañías. La subida ha logrado una recaudación de 70 millones de euros.
  • Descenso del IRPF a las familias con bajos salarios, no al tramo más inferior que cobra 7.091 €, en 12 pagas, y aumento del mismo a las rentas medias y altas.
  • Tarifa solidaria en gas y electricidad para las familias de bajos recursos, más libros gratuitos y mejoras en cuanto a la prestación del desempleo a los parados que lleven más de 6 meses cobrándola.
Un dato importante que debe ser tenido en consideración en relación con los éxitos del actual ejecutivo luso es el descenso de la desigualdad económica a niveles previos a la crisis, lo que contrasta con el caso español, en el que a pesar de la supuesta recuperación económica, ha seguido incrementándose esta desigualdad social.

Negar el impacto paliativo de dichas medidas respecto a a los efectos sociales provocados por la crisis capitalista sería estúpido, además de injusto. Hablar de milagro me parece, como poco, absolutamente fuera de la realidad. Voy a explicarme.

La inversión productiva por parte del capital luso no se ha reactivado, ya que no se crean apenas industrias portuguesas de capital propio y la inversión privada propia en I+D+i brilla por su ausencia. La Inversión en Capital Fijo de las empresas (equipos y maquinaria) cayó en el tercer trimestre de 2017 hasta un 16% de su PIB, situándose solo por encima de Grecia y Chipre.


Se asume, como en España, que el país debe vivir del turismo. Así El País del 27 de Febrero de 2017 informaba de cómo en el último año los jubilados extranjeros residentes en Portugal la mayor parte del año (fundamentalmente franceses, alemanes y nórdicos) había crecido un 44%, atraídos por la no tributación de sus pensiones ni en el país de acogida ni en el de origen. Lo curioso es que cuando se publicó la noticia hacía ya año y medio que gobernaba el actual equipo socialista, el cuál mantenía una ley de 2009 del gobierno socialista de José Sócrates que hacía posible este efecto llamada. Yo diría que esta no es una medida muy socialista sino más bien liberal.

La inversión pública fue en Portugal en 2016 del 1,5%, situándose como el último país de la UE (España solo le superó en 4 décimas, 1,9%) en este ratio, siendo la media de la zona el 2,7%. Si el conjunto del gasto público era en 2014 del 51,8%, con el gobierno de Costa se redujo hasta el 45,1% en 2016. En diciembre de 2017 el gobierno socialista portugués había gastado 4.400 millones de euros en rescatar a la banca; evidentemente mucho menor que el gasto realizado por el gobierno español del PP, más de 77.000 millones, de los que se han recuperado menos de 5.000 millones. No obstante, conviene considerar el diferente tamaño de la banca lusa y española. Los ajustes impuestos por La Troika sí que fueron obedecidos, no solo en España. Ninguna rebelión del gobierno de izquierda luso, como tampoco lo hizo Syriza. En diciembre de 2017 Portugal ya había reembolsado el 76% del rescate financiero del FMI. Si los recortes sociales durante el gobierno progresista luso han sido suaves y se han mejorado los ratios sociales, lo cierto es que Portugal los ha asumido en su tejido productivo nacional propio, en sus inversiones públicas, salvo las ligadas a la atracción de capital extranjero (construcción de polígonos industriales y logísticos en zonas fronterizas con Galicia, pero también con Andalucía, Castilla-León y Extremadura, y en nudos de comunicaciones y en proximidades a zonas portuarias, fundamentalmente en la zona norte).

En este sentido, las principales medidas expansivas del gobierno progresista portugués no se han diferenciado sustantivamente de las realizadas por los gobiernos conservadores y de centro de la República de Irlanda tras el rescate de su economía y los duros años de ajuste: atracción de capital extranjero, suelo empresarial casi gratuito, bajada drástica de impuestos de sociedades... El caso de la atracción masiva de empresas gallegas a hacia polígonos industriales al otro lado de la raya es paradigmático en este sentido, aunque se ha extendido también al capital europeo y norteamericano (atraídos por los bajos salarios comparativos portugueses frente a los de los países de origen, a pesar de varias subidas de los mismos) e incluso chinos. La práctica, de tipo liberal, es pan para hoy y hambre para mañana, como nos han enseñado las políticas de deslocalización industrial y de servicios a nivel mundial, sus capacidades de presión a medio plazo sobre los gobiernos, la evolución de los salarios a posteriori en casos de contracción de la demanda y la reversabilidad de los asentamientos de capital extranjero. Pero la clave no está en lo salarial, de momento, sino en la “flexibilidad” de las relaciones contractuales. Recuérdese el carácter de empleo a tiempo parcial, temporal o de obra del 63,3% de los contratos firmados en Portugal desde 2013.

La diferencia sustancial de Portugal con Irlanda es que, mientras Irlanda priorizó asentamientos de empresas tecnológicas (con alto nivel de I+D), fundamentalmente las ligadas a las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), éste no es el caso de Portugal, que aportan alto valor añadido y que pueden llegar a redundar en la potenciación, a medio plazo, en un desarrollo económico propio...siempre que existan políticas gubernamentales que impulsen esta estrategia.

Los procesos de gentrificación (elitización residencial) y turistificación que expulsan a los trabajadores y sectores populares de las grandes ciudades de Portugal, encabezados de forma galopante por Lisboa, se han acelerado con el gobierno de izquierda luso. La propia Municipalidad de Lisboa (Ayuntamiento), en manos del PSP-BE, es un elemento impulsor del fenómeno al actuar “más como un mero agente inmobiliario que como un gestor de barrios, vendiendo parte del patrimonio inmobiliario y guardando el resto sin usar para futuras ventas.” Las políticas de Estado del gobierno progresista, destinadas a paliar los efectos de sustitución de viviendas de clases populares por rehabilitaciones de edificios destinadas a clases medias y altas o para estudiantes anglosajones, de la concentración de comercio de lujo de grandes franquicias internacionales y de tiendas para turistas, son parches con más intención propagandística que real. Esto es algo que se inserta en una lógica concreta, que no es otra que la de atraer inversión extranjera y proyectar una imagen “moderna” e internacional de Portugal, al precio que sea. Ya saben..."No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato." Deng Xiao Ping, gran destructor del socialismo chino. En cualquier caso, no parece que expulsar a los jóvenes, los trabajadores y las clases populares del centro de las grandes ciudades portuguesas hacia los suburbios haga mucho por reducir la desigualdad. En esto, de Bairro Alto a la Alfama, pasando por Mouraria o Santa Catarina, las políticas del PSP no se diferencian de las de Lavapiés o Malasaña con Ahora Madrid o de Chueca con el PP en el pasado. Eso sí, en Lisboa y en Madrid, con mucha bici municipal y con mucha participación empoderadora ciudadana, que es el modo de pasarle la patata caliente a los vecinos para que sean ellos los que se parten la cara con plataformas como Airbnb o con la mafia inmobiliaria, mientras se pacta con ella o, en el mejor de los casos, se mira municipalmente para otro lado. Y el PP o el PSP, en sus respectivos gobiernos del Estado, se frotan las manos, vendiendo a parcelas sus  países a la inversión extranjera.

En paralelo a estos procesos de elitización residencial y turistificación de los centros de las grandes ciudades portuguesas, vemos cómo el mercado inmobiliario de lujo se expande espectacularmente en el país vecino, no solo en Lisboa, el Algarve y Oporto sino desde Sintra hasta la ría de Aveiro, la zona de Albufeira, Volamoura o Comporta. Grandes villas de lujos, complejos residenciales, casas de vacaciones, resorts conforman un entramado de residencial para ricos y grandes fortunas en las que los precios del metro cuadrado pueden oscilar entre los 2.000 y los 14.000 €. Mientras tanto, las clases populares son expulsadas cada vez más lejos de sus anteriores asentamientos por la brutal subida de los precios destinados a vivienda hacia suburbios con deficientes equipamientos y medios de transporte.


Si hasta no hace mucho tiempo Gibraltar y Andorra (éste ultimo ha dejado de serlo) eran los paraísos fiscales conocidos que teníamos más cerca de España, Portugal lo es de un modo discreto desde hace más de 20 años, por ejemplo en la isla de Madeira, aunque ésta queda algo lejos del continente. Más de 100 millonarios españoles emplean sociedades fantasma para gestionar sus territorios en esta zona. Muchas de esas sociedades carecen de empleados y no tienen gastos de explotación. Durante muchos años el impuesto de sociedades era el 0%, aunque actualmente ha io evolucionando hacia tipos impositivos del 1 al 5% tras una inspección llevada a cabo por la UE entre los años 2000 y 2002. En cualquier caso, muy por encima de los tipos impositivos medios de cualquier país. Esto se mantiene con el actual gobierno socialista luso.

Desde 2009 Portugal ofrece a los residentes no habituales el pago de un tipo único impositivo del 20% sobre todos sus ingresos obtenidos en el país. Según las autoridades monetarias portuguesas esto tiene el siguiente objetivo: «Mediante la aplicación de un régimen tributario ventajoso sobre el impuesto de las rentas de las personas físicas (IRPF) se pretende fomentar un nuevo espíritu de competitividad en Portugal, con el que se estimule la economía y el tejido empresarial, atrayendo a profesionales no residentes cualificados en actividades de valor añadido, inversores con elevados rendimientos o un patrimonio o poder adquisitivo elevados»

Aunque no estemos hablando de un paraíso fiscal puro, lo cierto es que hoy Portugal reúne un régimen fiscal para extranjeros, fortunas y empresas que tiene ciertas características de tal. No parece que el mantenimiento de estas políticas impositivas sea muy socialista, aunque quizá sí de izquierda, tal y como va actuando la izquierda desde hace decenios, al menos en el mundo capitalista más desarrollado.

Hay una diferencia evidente entre las políticas sociales del gobierno socialista portugués y del último gobierno del PSOE y los dos posteriores del PP que debe ser señalada.

Mientras Zapatero finalizó su gobierno con recortes y ataques a las pensiones (elevando los años para poder jubilarse) y unas reformas laborales absolutamente antiobreras y Rajoy apretó las tuercas del gasto público y las contrarreformas hasta lo inimaginable, el gobierno de Costa no ha repercutido directamente sobre la clase trabajadora las medidas de austeridad en la misma medida, si bien la reducción del gasto público y de la inversión pública algún efecto negativo han tenido que tener necesariamente. En cualquier caso, los recortes sociales fueron realizadas anteriormente por el gobierno conservador de Passos Coelho.

Hasta ahí los éxitos comparativos del gobierno socialista portugués con su predecesor y con el español.

Las debilidades del gobierno luso actual son harina de otro costal.

La primera de ellas es el no haber aprovechado la crisis para potenciar un desarrollo económico propio, tanto de sus servicios como de su industria, acometiendo una modernización de su infraestructura económica y un fuerte incremento del I+D+i.

La segunda es que sus éxitos no son tanto consecuencia de sus medidas sociales, posibles por estar experimentando un repunte de la acumulación capitalista mundial a partir de 2015, por mucho que la economía del país vecino haya confiado en parte su recuperación en la demanda interna, como de las medidas estabilizadoras de los bancos centrales europeo y norteamericano que han favorecido un repunte de la acumulación capitalista mundial a partir de 2015.

Ello ha facilitado tanto la ingente inversión extranjera que ha experimentado Portugal como sus exportaciones.

Por otro lado, el rescate portugués ha sido muchísimo menos doloroso que el griego, no solo por su diferente situación sino porque, una vez domesticado el gobierno de Syriza, no era necesario aplicar por parte del capitalismo internacional y sus instituciones de La Troika escarmiento posterior similar en otros países de la UE a supuestas veleidades izquierdistas (el doble juego de Tsipras, rebelde en casa, lacayuno en el exterior indicaba la tetralidad política de la llamada izquierda radical griega). Costa y su gobierno son “pragmáticos” (liberales en la macroeconomía, levemente socialdemócratas en sus políticas sociales).

La fortísima entrada de capital extranjero, el boom inmobiliario para residentes extranjeros de rentas altas y muy altas, las bajas políticas impositivas al capital nacional y foráneo van a tener a medio plazo un impacto sobre la situación de las clases populares.

No abundaré aquí en cómo la expulsión de las clases populares de los centros históricos de las ciudades portuguesas influirán en sus condiciones económicas y de vida pero sí creo necesario señalar el modo en el que la dependencia brutal del capital extranjero que se está instalando en la economía lusa y las bajas políticas impositivas sobre las empresas impactarán sobre la clase trabajadora de dicho país.

Por un lado, la recaudación fiscal se resentirá, afectando de lleno al gasto público, que ya se ha visto notablemente reducido.

Por otro lado, la dependencia del capital extranjero acabará por impactar negativamente más temprano que tarde sobre los salarios y la calidad del empleo , ya muy deteriorada, incluso más que la española. El chantaje de las empresas extranjeras sobre las políticas gubernamentales en estos dos ratios sociales no se hará esperar, amenazando con nuevas deslocalizaciones en cuanto se planteen subidas salariales o los hoy dormidos sindicatos portugueses amarrados ahora, como los españoles, al pacto social, presionen por la mejora de la estabilidad del empleo.

Nada diré del tamaño de la deuda portuguesa (un 271% del PIB la privada y un 130% la pública) porque la deuda mundial afecta a casi todas las principales economías del mundo y, por mucho que se empeñen los neoliberales, es evidente que la deuda mundial es impagable y que la economía global actúa como un zombie que desconoce este problema.

La economía portuguesa, como la española, vive en gran medida de la aparente bonanza del capitalismo mundial que, sin embargo, no ha encontrado nuevos segmentos de mercado que generen un auténtico crecimiento y que se ha limitado a poco más que una acumulación por desposesión. Cuando los vientos de la crisis amenacen con una nueva fase de contracción de una economía mundial que, recordemos, lleva en crisis desde 1973, y cuyas fases expansivas se hacen cada vez más cortas, veremos a dos países desmantelados, Portugal y España, con economías nacionales propias absolutamente raquíticas, sin sectores emergentes con suficiente valor añadido en I+D+i y escasamente competitivos y con fuerte huida de los capitales extranjeros hacia lugares en los que la inversión les resulte más estimulante.

La crisis capitalista, y las aparentes salidas a la misma han confirmado, que tanto Portugal como España son países enormemente dependientes de las economías centrales europeas y del papel que éstas les han conferido dentro del reparto de cada país en la estructura económica de la UE como entidades de destino turístico, con economías apenas apuntaladas por un inestable sector de la construcción, al socaire de las burbujas especulativas inmobiliarias.

No es objeto de este artículo señalar el qué hacer frente a situaciones como las descritas. Lo he hecho en un importante número de artículos. A muchos de ustedes no les gusta. Tienen prisa por los cambios, pocas ganas de hacer otra cosa que delegar sus necesidades, mediante el voto, en opciones políticas que les hacen creer que sin corrupción (cuando ésta es especialmente consustancial a la fase actual de acumulación capitalista), con voluntad parlamentaria, mucha fe en cada nuevo pastor político y redes sociales que hagan de muro de las lamentaciones, la clase trabajadora y las populares saldrán del lío en el que estamos. Pueden ustedes continuar no aceptando que, mientras exista el capitalismo, el sufrimiento social continuará, alternado con decrecientes períodos de cierta bonanza personal, paulatinamente menguante cada vez para más seres humanos. A mí tampoco me gusta la fe de ustedes en los milagros, sean económicos o de Fátima.