12 de noviembre de 2016

DANIEL ORTEGA TRAICIONÓ LA REVOLUCIÓN SANDINISTA

Miguel Urbano Rodrigues. La Haine/Odiario.info

Daniel Ortega fue reelegido por amplia mayoría presidente de Nicaragua. Es su tercer mandato consecutivo.

El principal partido de la oposición llamó al boicot. Pero la abstención ha sido inferior a lo que preveían las encuestas.

La victoria del candidato sandinista fue bien recibida por el gobierno de Obama. Las relaciones económicas de los EEUU con Nicaragua son consideradas correctas por el Departamento de Estado.

Por una paradoja, Ortega no renunció al discurso de izquierda, cultivando una imagen de antiimperialista, lo que le permitió en los últimos años mantener relaciones privilegiadas con Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y algunos partidos comunistas.

Pero la fachada progresista del régimen es hoy incompatible con la realidad política y social del país.

Desde que perdió las elecciones presidenciales de 1990, Daniel Ortega imprimió al FSLN una orientación que empujó gradualmente a la derecha la organización revolucionaria que destruyó en una lucha épica a la dictadura de Somoza.

Carlos Fonseca Amador (1936/1976), su fundador, fue el ideólogo de la guerrilla; era un marxista creativo y talentoso. Consiguió lo que parecía imposible: unificar las tres tendencias de la organización revolucionaria - la de la Guerra prolongada, la Proletaria y la Tercerista. Obtuvo el apoyo para el combate al somozismo de los sindicatos, la iglesia, los campesinos y los intelectuales liberales.

La victoria del FSLN, dirigida por Daniel Ortega y un grupo de comandantes con prestigio internacional, generó una gran esperanza en América Latina.

Transcurrida más de una década de la muerte del Che en Bolivia, los sandinistas demostraron que en condiciones excepcionales era posible derrotar y derrumbar regímenes apoyados por el imperialismo a través de la lucha armada.

Tuve la oportunidad en 1983 de visitar Nicaragua y de conocer allí a destacados comandantes sandinistas cuando el FSLN movilizaba aun la solidaridad de las fuerzas progresistas de América y Europa.

Instalado en el Poder, el FSLN no demostró, desafortunadamente, la lucidez y firmeza de la organización guerrillera.

Blanco de una ofensiva permanente del imperialismo estadounidense, que financió y armó los mercenarios contra-revolucionarios, el Frente Sandinista fracasó en la tarea fundamental de construir un modelo de economía de transición, no capitalista, y perdió gradualmente el apoyo de amplios sectores de la población.

Cediendo a presiones de Washington, Ortega –contra la opinión de Fidel Castro- convocó elecciones para la Presidencia en 1990. El resultado fue inesperado: la elección de la liberal Violeta Chamorro enmarcó el fin de la Revolución Sandinista.

LA CRISIS DEL FSLN
El Frente Sandinista entró en crisis después de su alejamiento del Poder. Daniel Ortega volvió a ser candidato a la Presidencia en las elecciones siguientes y perdió de nuevo. Sin embargo su elección en 2006 no sorprendió. Era esperada porque Ortega se había desplazado a la derecha.

Algunos de los comandantes más destacados que habían participado de la guerra contra Somoza habían roto con él por la orientación dizque pragmática que el expresidente imponía al partido. Entre otros Ernesto Cardenal, Luis Carrión, Víctor Tirado, Henri Ruiz.

Ortega había optado por una política de alianzas incompatible con los principios e ideología del sandinismo.

En el ámbito de la «reconciliación nacional» estableció un acuerdo con el ex presidente Arnoldo Alemán, condenado a 20 años de cárcel por corrupción y blanqueamiento de capitales. Alemán había sido, subráyese, un esforzado somozista.

ROSÁRIO MURILLO, « LA BRUJA»
Fue sobretodo la mujer, Rosario Murillo, que tuvo un papel decisivo en la metamorfosis del dirigente máximo del FSLN.

Profesora, escritora, poeta, Rosario, que había sido guerrillera, es una católica fervorosa. Amiga desde la juventud del arzobispo de Managua, defendió siempre la necesidad de buenas relaciones con la iglesia. No dudó incluso en proponer el nombre del arzobispo para Premio Nobel de la Paz.

Hizo al marido olvidar que Don Miguel Obando y Bravo había sido admirador de Anastasio Somoza y su colaborador en la lucha contra el sandinismo.

Elevado a cardenal, Obando cimentó una íntima alianza con Daniel Ortega cuando este retornó a la Presidencia en 2007.

Rosario, reelegida ahora vice-presidente, concentra hoy en sus manos un enorme poder. La familia acumuló una fortuna colosal en negocios oscuros.

Tres de los hijos son millonarios. Laureano negoció con China el proyecto de un nuevo canal transoceánico que atravesará Nicaragua del Atlántico al Pacifico, obra faraónica que amenaza arruinar el Canal de Panamá. Juan controla lo audiovisual. Otros de los hijos ganaron millones con la distribución del petróleo barato recibido de la Venezuela bolivariana.

Rosario, conocida como «La Bruja», domina la familia y el gobierno.

DE HÉROES A GRANDES EMPRESARIOS
La crisis del FSLN comenzó con la deserción de Sergio Ramírez Mercado, que fue el vice-presidente de la República en el primer gobierno de Ortega.

Sergio, que estudió en Alemania, era un social demócrata enmascarado de revolucionario. Escritor de talento, pasó en tiempo mínimo de sandinista a enemigo de la revolución.

Posteriormente ocurrieron rupturas más graves. Humberto, el hermano de Daniel, fue durante la lucha armada el principal estratega de la guerrilla.

Ministro de Defensa, reformó el ejército y creó la esdrújula doctrina del «centrismo”, incompatible con el programa del FSLN.

Recibió la medalla militar de los EEUU. Su adhesión al capitalismo fue rápida. Ganó millones en el negocio de maderas.

El ministro de Agricultura de Ortega, Jaime Weelock, es hoy también próspero empresario. Bayardo Arce, otro de los comandantes de la insurrección, también es hoy un hombre muy rico.

En México, durante un Seminario Internacional de Solidaridad con las FARC, pregunté a Miguel d’Escoto, ex canciller de Ortega, cómo explicaba que algunos comandantes de la guerrilla habían acumulado grandes fortunas. Su respuesta fue muy breve: «Quizá por haber nacido en una familia abastada nunca sentí la tentación del dinero».

Daniel Ortega repite con mucha frecuencia que la situación económica del país mejoró acentuadamente. Es verdad. El PIB debe crecer mas de 4% este año. Pero no dice que Nicaragua recibió durante sus gobiernos 4 800 millones de dólares de organizaciones financieras internacionales tuteladas por EEUU.

Daniel insiste en afirmar que practica una política de izquierda y no se abstiene de críticas al imperialismo, mientras elogia a Cuba y a la Venezuela bolivariana. Pero Washington considera inofensiva esa oratoria.

Podría concluirse de este artículo que veo con pesimismo el futuro de Nicaragua.

Sería una conclusión falsa. La memoria de Sandino, de Carlos Fonseca y de la epopeya de la insurrección que destruyó la dictadura de Somoza permanece viva en el pueblo de Nicaragua. Un día este retomará la lucha rumbo al socialismo, interrumpida por la traición de Daniel Ortega.

Soy consciente de que un gobierno de extrema derecha en Managua seria peor que el actual. Pero me repugna la hipocresia de los medios y dirigentes de izquierda que insisten en caracterizar el Gobierno de Ortega-Murillo como revolucionario.


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Ahora vais y llamáis a Miguel Urbano Rodrigues, una de las mentes más lúcidas del Partido Comunista Portugés (PCP) “ni-ni” o trotskista. Y después, os leéis la lista de colaboradores especiales de O Diario (http://www.odiario.info/colaboradores-especiais/), en el que Miguel Urbano ha escrito originalmente este texto, y os limpiáis los mocos.

9 de noviembre de 2016

EEUU, LA MARCA Y EL EQUIPO DE MARKETING GANARON LAS ELECCIONES

Por Marat

Muchas son las lecciones que ha dado al mundo -o al menos para quienes tengan la capacidad de entenderlas- el triunfo de Trump.

La que quiero destacar en primer lugar, aunque no más importante, es que la mercantilización de la política y del parlamentarismo burgués ha traído como consecuencia, y no es una novedad, que cuando la marca es muy potente, hay un equipo de marketing que sabe detectar las “necesidades” del mercado político y pasta gansa para la campaña, se pueden ganar unas elecciones por encima y contra los aparatos de los partidos.

Trump no es el único que ha logrado eso. Antes ya sucedió en “la vieja Europa”, como dicen los estadounidenses. Y eso lo hizo Berlusconi, aunque con la ventaja a su favor, de la que careció Trump, de contar con un imperio mediático. En su caso la innovación de Berlusconi fue total porque creó incluso sus propios partido y aparato contra el resto de partidos y aparatos italianos.

Pero cuando algo sucede en EEUU, aunque esta vez no haya sido la pionera, se convierte rápidamente en tendencia mundial.

La “hazaña” de Trump fue, con el establishment mediático en su contra, vencer a dos aparatos, el de su partido, fulminando a todos los candidatos que se le opusieron, y siendo ninguneado por toda la dirección del Partido Republicano, desde que se postuló hasta el fin de la campaña electoral, y obviamente el del Partido Demócrata.

Trump, un gran capitalista, inició su carrera de plutócrata convirtiéndose a sí mismo en marca personal. Sus empresas llevaban su apellido. Ha tenido siempre claro cuál era la estrategia para triunfar: ser el primer embajador y promotor de sí mismo. En los negocios le ha funcionado, en política también. Obviamente, sabiendo rodearse en ambos espacios, muy próximos entre sí, de gente muy inteligente, que maneja las herramientas de marketing como nadie.

La investigación de mercados y la político-electoral emplea las mismas técnicas para conocer la realidad sobre la que quiere intervenir la marca, el partido o el Estado: la encuesta (metodología cuantitativa) y el grupo de discusión (metodología cualitativa). Y el marketing económico y político se parecen también mucho entre sí.

El equipo de Trump supo conectar con una necesidad real: la situación depauperada de la clase trabajadora norteamericana, no sólo blanca, como han demostrado los votos de importantes sectores de otras etnias, que estaba ajena a la agenda electoral del equipo de Killary. Para quien crea que acabo de cometer una errata, le aclaro que es un apodo de la señora Clinton que ha hecho fortuna por sus celebraciones ante la destrucción de países como Libia o Siria, por citar sólo dos ejemplos, de cuyos desastres era coautora, junto con Obama.

Killary Clinton, y su equipo de estrategas de campaña, siguieron al dedillo las precedentes de Obama, pero con mucha menos credibilidad de la que él tuvo en sus inicios. No voy a entrar en la percepción social dominante sobre ella en EEUU porque de sobra se ha hablado ya. Fijó unas desigualdades que señalar y unos públicos a los que dirigirse: el machismo que sufren las mujeres, la situación de discriminación de los gais y de los inmigrantes y etnias no blancas norteamericanas, entre otros. Y se olvidó, error en el que no cayó Trump, de la clase trabajadora. Él, en cambio, tuvo en cuenta que las clases sociales existen y que la trabajadora de EEUU lleva perdiendo capacidad adquisitiva durante decenios. Tuvo claro que el paro, menor que en Europa, es ya estructural en su país y que la clase trabajadora era muy consciente de haber sido olvidada en los discursos de los políticos del establishment norteamericano. Aclaro, porque sé que hay mucho lector malintencionado y con mala baba, que creo en la igualdad de derechos de tales colectivos y que me parecen repugnantes las expresiones de Trump sobre ellos. Dicho esto, tengo claro que la contradicción capital-trabajo está por encima de la lucha contra la discriminación como palanca potencial para acabar con el capitalismo.

Trump es un capitalista que cree religiosamente en el sistema capitalista, exactamente lo mismo que Obama y que Killary. Pero ha sabido con qué reclamo ganar: dirigirse a la clase trabajadora de EEUU, hablarles de sus miedos ante el presente y de sus incertidumbres ante el futuro, concentrarse en la política nacional y dar mucho menos peso a la internacional, de la que sus votantes estaban descontentos porque consideraban que el intervencionismo militar de su país estaba gastando energías y dinero ingentes, en lugar de combatir la situación interior de un país muy orgulloso en el pasado del “american way of life”, pero que hoy está en decadencia en cuanto a situación económica. Y ha conseguido, con ello, atraerse a la clase trabajadora blanca y a no menos de un tercio de la de otras etnias. Y eso a pesar de muros en la frontera porque es sabido que el inmigrante legal, con frecuencia, para no ser satanizado, tiende a marcar distancias con el sin papeles y el espalda mojada. Los apellidos españoles no son una rareza, ni mucho menos en el Frente Nacional francés. Algún día deberemos hablar de mitos de la izquierda, como el de la solidaridad, porque, aunque imprescindible, cuando no se basa en la clase y en la igualdad de clases sino en oenegerismo de monja progre, acaba por ayudar al discurso reaccionario de los Trump que en el mundo son y a romper la idea de identidad y de conciencia de clase.

La banalización de la política, convertida en un circo mediático, en la que lo que importa es epatar, lograr titulares que hablen de ti, aunque sea mal, ha sido un factor fundamental que Trump ha sabido conjugar muy bien. Habrá que ver hasta qué punto Trump es un incontrolado -si lo es, el complejo militar-industrial y Wall Street le “ayudarán a controlarse”- o todo es una pose para magnetizar a sus bases electorales.

Killary es una progre, que es lo que son los procapitalistas que defienden, solapada o abiertamente, el capitalismo de rostro humano dentro de sus países y destruyen o justifican las destrucciones de pueblos (los partidos progres que llevan bombardeadores de Libia en sus filas y que están a favor de la permanencia de su país en la OTAN, por ejemplo) que son necesarios para desvalijarles de sus riquezas naturales e imponerles su “modelo de democracia”. Por cierto, no recuerdo ninguno de esos países en los que predominen los blancos. Puestos a hablar de racismo, Killary lo practicaba vía bombardeo con una soltura digna de mejor causa. Y con Obama la policía ha matado más negros en su país que durante el mandato de muchos presidentes precedentes.

Y Killary es también una progre porque niega las clases sociales, al dotar de protagonismo en sus programas a colectivos, sectores, ONGs controladas por los think tanks y fundaciones globalistas que han sustituido revolución social por “movimientos sociales”. Como en España y en Europa.

No siento nostalgia alguna de Sanders que, aunque hablase de clase trabajadora, no estaba lejos del lobby sionista, no planteaba la desaparición de la OTAN y, acabó como los progres españoles, optando por la criminal Killary para parar al fascista Trump. La lógica del "mal menor" acaba causando males mayores porque legitima lo hecho y lo por hacer.

Lo que hoy se autodenomina como izquierda española o europea -algún día hablaré del camelo del socialismo del siglo XXI, que no ha hecho nada para ser socialista en sentido marxista, ni para cambiar las relaciones sociales de producción en sus países- no es otra cosa que una inmensa fosa séptica progre, beata, monjil, acobardada, procapitalista, vociferente pero de tasca que, como Killary ha sustituido clase por colectivos sociales, a cuyos dirigentes compra con subvenciones. Como comunista creo que existen clases sociales, que hay que luchar por su abolición, que el parlamentarismo es hoy la gran trampa del capital para que continúe la falacia de la “ilusión democrática”, que el cambio no vendrá por las urnas sino por una revolución y, desde luego, no soy “de izquierda/s”; algo que indicaba la posición en la que sentaron determinados políticos en la Asamblea Nacional Constituyente -¡cómo les gusta esa última palabra!- en 1789.

Y como comunista, señalo a los progres como los principales cómplices, por haber abandonado y traicionado a la clase trabajadora, de que el fascismo campe por Europa y de que reaccionarios como Trump triunfen hablándole a ella, a la que golpearán no de forma muy diferente a como lo hacen los liberales clásicos.

De cómo actuará en política nacional e internacional Donald Trump no hablo porque, además de ser una incógnita en estos momentos, quienes mandan no son los Presidentes sino los poderes económicos.