5 de octubre de 2016

LA CRISIS DEL DEUTSCHE BANK Y LA GUERRA FINANCIERA MUNDIAL

Juan Chingo. La izquierda diario

Como habíamos anticipado a comienzo de año y predijimos luego del enorme golpe que significó la filtración del Wall Street Journal (WSJ) de que el Departamento de Justicia norteamericano se aprestaba a aplicarle una multa record al gigante bancario alemán, las acciones del Deutsche Bank (DB) han caído en picada la semana pasada.

El pánico en el mercado está motorizado —la acción cayó a su nivel más bajo en más de 20 años— por temor a que el banco no pueda pagar esa multa masiva. El viernes, las acciones cayeron aún más a medida que rondaban los informes de que fondos de cobertura habían dejado de hacer negocios con el banco. Posteriormente subieron debido a trascendidos de que EEUU estaba preparado a disminuir 5.400 millones de dólares la multa, posiblemente una tregua de corta duración en la guerra financiera y económica en curso a los dos lados del Atlántico.

El Deutsche Bank: el Lehman de la burbuja mundial de deuda pública
El Deutsche Bank es a la burbuja global de la deuda pública mundial lo que Lehman fue a la burbuja de financiación de hipotecas en EE.UU. Dicho de otra manera, Lehman fue el catalizador, pero la raíz del problema eran los billones de valores depreciados, la existencia de precios de la vivienda insostenibles y un deterioro estructural profundo tanto a nivel financiero como económico del mercado hipotecario norteamericano.

El DB es mucho mayor hoy que lo que Lehman fue en 2008, y sus tentáculos están en todas partes. El alcance de la financiación de la burbuja de la deuda pública es varios múltiplos de la burbuja de la financiación de hipotecas.

Esta burbuja fue creciendo exponencialmente como resultado de un triple proceso: por un lado, los programas de expansión cuantitativa de los bancos centrales (principalmente en los últimos años del Banco Central Europeo y el Banco de Japón) que realizan compras masivas de estos valores de renta fija con el objetivo de estimular sus economías.

A ello se une la fuerte demanda de la banca internacional de bonos de deuda pública con el objetivo de cumplir los requisitos de capital.

Por último, como la situación de las bolsas de valores en el mundo se ha vuelto muy volátil, los inversores siguen viendo a la deuda pública como el único refugio en el que salvaguardarse de la fuerte tormenta que podría venir en un futuro más o menos cercano en la renta variable.

Esta fuerte demanda alimentó el círculo vicioso de falta de oferta de bonos de deuda pública, subidas de precios y bajada de rentabilidades nominales. Ello ha generado una enorme burbuja en el mercado de bonos de deuda pública en la cual los inversores se enfrentan a enormes pérdidas en su cartera si las condiciones excepcionales de liquidez cambian bruscamente.

Por eso, la crisis del DB no es el “capítulo más reciente de la interminable crisis bancaria de Europa”, sino “de la crisis más amplia de la globalización, que ha golpeado de forma particularmente dura a los bancos internacionales”.

Como explica un analista del WSJ: “Mucho antes de que la antiglobalización se volviera una causa política de moda, las autoridades financieras habían prometido “recuperar el control” y obligar a los bancos a resguardarse contra futuras crisis al mantener niveles de capital mucho más altos y proteger sus operaciones de los riesgos de otros activos. La resultante fragmentación de la industria financiera ha incrementado los costos de los bancos, incluido Deutsche, que ha sido obligado a colocar sus gigantescas operaciones estadounidenses en una subsidiaria segregada”.

El Brexit probablemente generará una mayor fragmentación.

Al mismo tiempo, los bancos han sufrido un derrumbe de sus ingresos como consecuencia del doble golpe asestado por el estancamiento del comercio global y la menor cantidad de fusiones y adquisiciones, lo que ha reducido los honorarios de la banca de inversión, así como un nuevo mundo de tasas de interés negativas y curvas de rendimiento planas. Ambas tendencias también reflejan los desafíos de la globalización” (“Crisis of Globalization Lies Behind Deutsche Bank’s Troubles”, Simon Nixon WSJ 3/10/2016).

Los conflictos geopolíticos intensifican la crisis financiera
No cabe la menor duda que tanto el contenido de la decisión norteamericana como las circunstancias que la rodearon indican un movimiento calculado para golpear al
único gran banco internacional alemán.

Las respuestas políticas en Alemania no se hicieron esperar. Así, Peter Ramsauer, presidente del comité de economía del parlamento alemán, en declaraciones al diario alemán Welt am Sonntag, dijo que el movimiento del Departamento de Justicia norteamericano contra el Deutsche "tiene las características de una guerra económica".

Y agregó que los EE.UU. tenían una "larga tradición" de utilizar todas las oportunidades disponibles para librar lo que equivalía a una guerra comercial "si beneficia a su propia economía", y que las "exorbitantes reclamaciones" que se realizan en el caso de Deutsche Bank son un ejemplo de eso.

En el mismo sentido se pronunció Markus Ferber , miembro del Parlamento Europeo por la CSU, el partido hermano bávaro de los democristianos de Angela Merkel. Le dijo a Welt que el momento y el tamaño de la solicitud inicial del Departamento de Justicia contra Deutsche sugirieron que era una "respuesta de ojo por ojo" por las autoridades de Estados Unidos a la reciente decisión de la UE en contra de Apple. Recordemos que el mes pasado, la UE ordenó a Irlanda de recuperar 13 mil millones de euros en impuestos de la empresa de tecnología de Estados Unidos, afirmando que constituía una ayuda estatal ilegal a la compañía.

Por su parte, mientras el gobierno alemán está en una encrucijada por sus posturas duras en relación a la crisis bancaria europea que puede volverse un boomerang político en caso de un eventual rescate (aunque todavía no estamos ahí), los principales líderes empresarios salieron sin ambigüedades a apoyar al gigante bancario.

"Los bancos alemanes fuertes son importantes para la fortaleza de la economía alemana", Dieter Zetsche, jefe del fabricante de automóviles Daimler Benz, dijo al diario Frankfurter Allgemeine. "Se trata de una estrecha relación, y lo seguirá siendo". Johannes Teyssen, jefe de la compañía eléctrica Eon, dijo al mismo diario que Alemania como un gran exportador sufriría "si solo podemos tener acceso seguro a los mercados internacionales de capital a través de bancos en otros países".

Por su parte, Peter Terium, la cabeza de la otra gran compañía eléctrica alemana, RWE, dijo que era "importante para nosotros tener un jugador global como el Deutsche Bank a nuestro lado" en el mercado internacional, mientras que Joe Kaeser, jefe de Siemens, dijo que el manejo de Deutsche "tiene toda nuestra confianza”.

La razón de fondo del agudizamiento de estos enfrentamientos es que en condiciones donde una inmensa masa de capital ficticio supera ampliamente (o no tiene contrapartida en) la riqueza ni en el capital real, cada sección del capital financiero debe enfrentarse cada vez más violentamente contra sus rivales en un intento de eliminarlos.

Así, a fines de la década de 1980, el DB trató de usar el espacio de maniobra abierto por la unificación de Alemania para ir mas allá de su pequeño mercado doméstico, expandiendo su negocio minorista alrededor de una Europa integrada a la vez que simultáneamente se transformaba a sí mismo en un banco mundial de inversión, rivalizando agresivamente a sus rivales, en especial los bancos norteamericanos.

Nada sintetiza mejor sus nuevas ambiciones que los dichos en noviembre de 1989, justo después de la caída del muro, y 10 días antes de su asesinato, de Alfred Herrhausen, director ejecutivo carismático del banco, que prevé que impulsado por la "gran fuerza económica" de Alemania reunificada, Deutsche estaba "destinado a jugar un papel importante en la banca global".

Pero esta financiarización del que el DB fue un ejemplo rivalizando e imitando, incluso en sus prácticas criminales, a los gigantes norteamericanos como Goldman Sachs, recibió un fuerte golpe con la crisis de 2007/8. Desde ese entonces, mientras que los bancos estadounidenses fueron reforzadas por los rescates organizados por el gobierno de Estados Unidos, la solidez financiera del Deutsche Bank se ha ido erosionando y desde entonces está abierta una batalla política por las nuevas reglas bancarias, de la que DB es uno de los primeros heridos.

Pero el Deutsche Bank no es el único objetivo. Las dimensiones más amplias del conflicto fueron dadas por el vicepresidente de la Comisión Europea (CE) para el Euro y encargado de servicios financieros, Valdis Dombrovskis, quien la semana pasada se opuso a elevar los requisitos de capital que se aplican a los bancos.

Este funcionario de la CE rechaza la idea de "igualar la ponderación media de riesgos a nivel mundial" como plantean los EEUU. "Una solución que no podemos respaldar es aquella que pesaría exageradamente sobre la financiación de la economía europea. Queremos evitar cambios que podrían llevar a un aumento significativo de los requisitos generales de capital asumidos por el sector bancario europeo", aseveró. Sin nombrar directamente a los EEUU, dijo: "Queremos una solución que funcione para Europa y no ponga a nuestros bancos en desventaja en comparación con nuestros competidores a nivel mundial".

La crisis del Deutsche Bank y la guerra financiera en curso entre EEUU y Alemania muestra cómo la exacerbación de las contradicciones insolubles de la economía capitalista agudizadas desde la crisis de 2007/8 están alimentando las tensiones geopolíticas, y viceversa, actualizando una vez más el carácter de la época de crisis, guerras y revoluciones como fue el caso a lo largo del siglo XX.


3 de octubre de 2016

LA PAYASADA DE LOS “STRESS TEST”

Luis Casado. 15yúltimo.com

Como de seguro sabes, los stress tests son una suerte de tomada de pulso destinada a apreciar la salud de los bancos. En la realidad, todo ocurre como si tú mismo fueses a ver al médico acompañado de un muñeco de palo, y el galeno le pusiese el tensiómetro a este último. Si el discípulo de Hipócrates te dice que todo va bien, comienza a preocuparte. Con los bancos pasa lo mismo.

Cada cierto tiempo, la Autoridad Bancaria Europea (ABE) le pone el estetoscopio a un cierto número de establecimientos bancarios, con el sano propósito de hacerte dormir tranquilo. Lo curioso es que su inapelable dictamen consagra la espléndida salud de bancos que poco después empiezan a doblar las corvas.

El banco italiano Monte Paschi ¿te dice algo? Se dice que es el banco más antiguo del mundo y –debe ser cosa de la edad– ya no se sostiene ni con muletas. Como es frecuente en la actividad financiera privada, requiere de periódicas transfusiones de dinero público para mantenerse vivo. Tú me dirás: “Así hasta yo”. Precisamente.

La primera duda que surge con los stress tests tiene que ver con los bancos convocados a la consulta médica. Si dejas fuera los que presentan evidentes síntomas de debilidad, de fiebre o de diarrea… es poco probable que detectes una eventual epidemia. Sin embargo, es lo que ocurre, mira a ver.

La selección de bancos sometidos a evaluación no refleja muy exactamente el estado real de la salud del paisaje bancario, dicen quienes saben, señalando que en el año 2010 el banco KfW (Alemania) fue excluido de la lista que debía pasar los stress tests.

IKB, filial de KfW, –banco de desarrollo controlado a 80% por el Estado Federal y a 20% por los Länder–, fue afectada seriamente desde el año 2007 por la toxicidad de los créditos “subprime”. Las pérdidas de IKB –unos 5 mil millones de euros– debían pesar en los resultados de KfW hasta el año 2017. En esas condiciones… ¿para qué someter KfW a los stress tests? El resultado era conocido de antemano. Es lo que se llama el recurso del método…

Por otra parte, seis bancos alemanes no quisieron entregar el detalle de su exposición a la deuda soberana (Deutsche Bank, Deutsche Postbank, Hypo Real Estate, DZ Bank, WGZ Bank y Landesbank Berlin). El gobierno de Angela Merkel justificó la falta alegando que ninguna ley puede obligar a los bancos a entregar esas informaciones. Frau Merkel es rigurosa con los PIGS (Portugal, Italy, Greece, Spain) e indulgente con los bancos alemanes.

Otro detalle: ¿qué miden los stress tests? Entre otros el “ratio de solvencia del primer pilar” (Tier one), en caso de deterioro de la coyuntura. Eso es jerga bancaria. En cristiano: la relación entre los fondos propios del banco y su endeudamiento total. Cuánto posees y cuánto debes. ¿Queda claro? En el caso de un banco los depósitos a la vista constituyen lo esencial de su deuda, y los créditos acordados a sus clientes lo esencial de sus activos financieros.

El ratio de solvencia de un banco expresa la relación entre el monto de sus fondos propios y el monto de los créditos acordados a sus clientes. La solvencia de un banco corresponde a su capacidad de responder sin problemas a las demandas de retiro de dinero de sus depositantes.

Para que te hagas una idea, es normal (!) que a partir de fondos propios equivalentes a 6 euros un banco preste 100 euros. El ratio de solvencia es del 6%. Cuando la crisis de los subprimes, se descubrió que algunos bancos estadounidenses ni siquiera tenían fondos propios y prestaban alegremente miles de millones de dólares. Como sabemos, son los créditos los que hacen los depósitos, y no los depósitos los que hacen los créditos. Si no te cabe en la cabeza, no busques trabajo en un banco.

Ahora bien, si los créditos acordados por un banco corren un imperceptible riesgo de no ser recobrados, se escucha un mensaje de tipo: “Houston… we have a problem”.

De ahí que el Tier one (primer pilar) busque ponderar de un lado la solidez del capital de un banco, y del otro la “calidad” de los créditos acordados, o sea la posibilidad de recobrar ese dinero.

Los fondos propios equivalen a la suma del capital, de las reservas, del remanente de ejercicios anteriores (report à noveau), de la deuda híbrida y de los fondos específicamente afectados a los riesgos bancarios generales. Si no conoces la contabilidad general no te inquietes: los economistas tampoco. Basta con saber que lo que precede constituye los fondos propios del banco.

En cuanto al riesgo asociado a los créditos acordados –que se incrementa cosa mala en caso de “degradación de la coyuntura”–, se trata de la probabilidad que tiene un deudor de caer en default (no pagar), o que su situación no se deteriore al punto de hacertemer por el dinero que le debe al banco.

Es aquí que la cosa se pone fea: los stress tests evitan cuidadosamente una evaluación realista del riesgo del crédito.

Para aprobar los stress tests los bancos deben poder conservar un ratio de solvencia mínimo del 6% en caso de degradación de la coyuntura. Cuando aparecen en lontananza las “turbulencias”, las “altas mareas”, los “pánicos”, las crisis, y con ellas la morosidad y la insolvencia de algunos clientes, el banco debe conservar –en el peor de los casos– un ratio de solvencia del 6%. Tú me dirás que no es mucho, y llevas razón. Pero así es la cosa.

Para minimizar el número de bancos que fracasa en los stress tests, la ABE minimiza las características y el alcance de las “turbulencias”, las “altas mareas”, los “pánicos” y las crisis. De ese modo reducen la masa de potenciales clientes morosos y de créditos irrecuperables. Así de sencillo. Es como cuando los colegios privados le exigen a los profesores no ser muy exigentes en los exámenes, visto que no conviene defraudar a los clientes que pagan tan bien para educar a sus subnormalitos (no te rías: de ese modo George W. Bush obtuvo un diploma en Harvard).

Por poner un ejemplo, la ABE nunca integró en el modelo inicial de stress tests la hipótesis de un default de los PIGS. El Banco Central Europeo (BCE) arguyó que, habida cuenta del gigantesco plan de “ayudas” de la zona euro, era contradictorio tomar en cuenta tal hipótesis.

Mejor aún: sin muchos aspavientos, el BCE, el FMI, el FEEF (fondo europeo de estabilidad financiera) y otros organismos que hay que calificar de públicos, le compraron a precio fuerte la deuda soberana a la banca privada, para liberarla hasta de la sospecha de una eventual quiebra provocada por el probable default de algún PIGS.

En otras palabras, la salud de la banca privada sigue dependiendo del dinero público. Recientemente, el BCE fue mucho más lejos amenizando su, algo tardío, relajo monetario (QE) –60 mil millones de euros mensuales de emisión monetaria sin respaldo: la nada misma– con 20 mil millones mensuales más para comprarle activos dudosos a las empresas que le deben dinero a los bancos… Dos precauciones valen más que una sola.

Tercera curiosidad, el límite de los stress tests, o sea el ratio de 6% que define la resistencia de los bancos europeos. Cifra tan arbitraria –y tan idiota– como el límite del 3% de déficit presupuestario impuesto a los países de la Zona Euro. ¿Por qué 6%? La respuesta es tan brillante que encandila: ¿por qué no?

El ratio de solvencia que el Comité de Basilea propuso más tarde fue superior al 6%, y en algún momento bordeó el 8%. En el año 2010, si la ABE hubiese retenido un ratio del 7%, 24 bancos hubiesen fracasado en los stress tests, en vez de los 7 desaprobados. Un buen paralelo lo ofrece la altura que califica a un atleta de salto alto para los Juegos Olímpicos. Si pones la barra a un metro… yo mismo me califico. Y tú también.

Si la ABE hubiese retenido un ratio del 8% –como fue el caso más tarde en el Comité de Basilea– la necesidad de nuevos capitales para la banca privada hubiese subido a 27 mil millones de euros, de los cuales un 40% solo para Alemania e Italia. Era la época dorada en la que Christine Lagarde, a la sazón ministro de Finanzas de Francia (2007-2011), alegaba que la solidez de los bancos franceses no requería ni un euro de recapitalización. Apenas entronizada directora gerente del FMI (julio de 2011), alegó exactamente lo contrario.

Del 2010 a la fecha han transcurrido seis años, y los enjuagues relatados más arriba. ¿Cómo es posible que, ante la inminente rueda de stress tests actual leamos en la prensa europea titulares como el que sigue?

La semana próxima verá (…) la publicación de los resultados de los stress testsefectuados por la Autoridad Bancaria Europea (…) que podrían tener pesadas consecuencias para la cotación bursátil de los bancos del Viejo Continente, ya laminada desde principios de año”.

Mario Draghi, presidente del BCE, se raja a su vez con declaraciones en plan fin de mundo: 

“Las acreencias dudosas ‘son un problema significativo con relación a la capacidad futura de los bancos para ofrecerle crédito’ al sector privado en la zona euro”.

Draghi agregó: “Este problema debe ser resuelto porque es un obstáculo a la transmisión de la política monetaria”,(o sea a la repercusión de la política monetaria del BCE por los bancos privados).

El tipo que en la Zona Euro –conglomerado sometido a estrictas políticas de austeridad porque no hay dinero ni para la salud, ni para la educación, ni para pensiones decentes, etc.– puso a disposición de la banca privada –en un solo día– un billón de euros (un millón de millones)… El mismo que lanzó el relajo monetario de 60 mil millones de euros mensuales para “aliviar” la banca privada de créditos dudosos… El mismo que acaba de aprobar el rescate del banco italiano Monte Paschi… declara que la banca privada no logra recobrar los créditos acordados… ¿A quién? Anda tú a saber.

Si los “expertos en riesgos” –o sea la banca privada (¿porqué te ríes?) rescatada con dinero público, a la cual el BCE le reservó durante largo tiempo el jugoso negociado de la deuda soberana antes de recomprársela cuando se recalentó el horno– no logran hacerse pagar los créditos que otorgan… quiere decir que son incompetentes, inútiles y peligrosos. Así como lo lees.

O bien, más sencillamente, la banca privada es un nido de rufianes. No lo digo yo, lo dice un nutrido areópago de distinguidos miembros de la comunidad financiera.

Mejor aún, las “autoridades” –que no controlan ni sus esfínteres– obran en beneficio de la comunidad financiera, de la banca privada. Y le preparan stress test que el propio Wall Street Journal –poco sospechoso de enemistad con los rufianes– califica de "comfort test".


Cuando algunos estudiosos se preguntan por qué los Estados europeos no han capitalizado el dinero que le han entregado a la banca privada para salvarla de la quiebra, tomando su control para reconvertirla en banca pública al servicio de la economía real, uno escucha –no muy lejos– las carcajadas de los exbanqueros encaramados en la burocracia europea.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: A pesar del desafortunado uso del término “subnormalitos” por parte del autor del texto, considero muy interesante este artículo por el trampeo contable y financiero que desvela.