4 de julio de 2016

¡LIBERTAD PARA JULIAN ASSANGE!

Ignacio Ramonet. Le Monde Diplomatique

Se acaban de cumplir cuatro años desde que, el 19 de junio de 2012, el ciberactivista australiano Julian Assange, paladín de la lucha por una información libre, se viera obligado a refugiarse, en Londres, en las oficinas de la Embajada de Ecuador. Este pequeño país latinoamericano tuvo el coraje de brindarle asilo diplomático cuando el fundador de WikiLeaks se hallaba perseguido y acosado por el Gobierno de Estados Unidos y de varios de sus aliados (el Reino Unido, Suecia). La Justicia sueca exige que Assange acuda a Estocolmo a presentar directamente su testimonio sobre las acusaciones de agresión sexual hechas por dos mujeres a las que él habría mentido sobre el uso de un preservativo.

Julian Assange rechaza estas acusaciones y sostiene que las relaciones con estas dos demandantes fueron consentidas, y afirma ser víctima de un complot organizado por Washington. El fundador de WikiLeaks se niega a ir a Suecia, a menos que la Justicia de ese país le garantice que no será extraditado a Estados Unidos, donde podría ser detenido, conducido ante un tribunal y, quizás, según sus abogados, condenado a pena de muerte por “delito de espionaje”.

En varias ocasiones, Assange también ha propuesto responder por videoconferencia a las preguntas de los encargados suecos de la investigación. Pero éstos han rechazado esa posibilidad, argumentando que él huyó de Suecia aunque sabía que había una investigación abierta contra él. El Tribunal Supremo sueco rechazó de nuevo, el 11 de mayo de 2015, su demanda de que fuera anulada la orden de detención que pesaba sobre él.

En realidad, el único crimen de Julian Assange es haber fundado WikiLeaks. En todas partes ha habido acalorados debates sobre si WikiLeaks hizo prosperar o no la causa de la libertad de prensa, si resulta bueno o malo para la democracia, si se debe o no censurar esta plataforma. Lo que es seguro es que el papel de WikiLeaks en la difusión de medio millón de informes secretos relativos a los abusos cometidos por militares en Afganistán y en Irak, y de unos 250.000 comunicados enviados por las Embajadas de Estados Unidos al Departamento de Estado, constituye “un hito en la historia del periodismo” que ha marcado un antes y un después. WikiLeaks fue creada en 2006 por un grupo de internautas anónimos, con Julian Assange como portavoz, y asumió la misión de recibir y hacer públicas filtraciones de información (leaks) garantizando la protección de las fuentes (1).

Recordemos las tres razones que, según Julian Assange, motivaron su creación. “La primera, la muerte a escala mundial de la sociedad civil. Rápidos flujos financieros por transferencias electrónicas de fondos que se mueven más rápido que la sanción política o moral, destrozando la sociedad civil a lo ancho del mundo. […] En este sentido, la sociedad civil está muerta, ya no existe, y hay una amplia clase de gente que lo sabe y está aprovechando que saben que está muerta para acumular riqueza y poder. La segunda […] es que hay un enorme y creciente Estado de seguridad oculto que se está extendiendo por el mundo, principalmente basado en Estados Unidos […] La tercera es que los medios de comunicación internacionales son un desastre, […] el entorno de los medios internacionales es tan malo y tan distorsionador que nos iría mejor si no hubiera ningún medio, ninguno”.

Assange aporta una visión radicalmente crítica del periodismo. En una entrevista llega incluso a afirmar que “dado el estado de impotencia del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista. […] El mayor abuso fue la guerra [de Irak y de Afganistán] contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales”.

La filosofía de WikiLeaks se basa en un principio fundamental: los secretos existen para ser desvelados. Toda información oculta nace con vocación de ser revelada y puesta a disposición de los ciudadanos. Las democracias no deben ocultar nada; los dirigentes políticos, tampoco. Si las acciones públicas de estos últimos no son incompatibles con sus actuaciones públicas o privadas, las democracias no deberían temer la difusión de “información filtrada”. En este caso –y solo en este caso–, ello significaría que son moralmente ejemplares y que el modelo político que encarnan –juzgado como “el menos imperfecto de todos”– podría de verdad extenderse, sin obstáculo ético alguno, al conjunto del planeta. ¿Por qué tendrían que callarse los periodistas en una democracia cuando un responsable político afirma una cosa en público y la contraria en privado?

WikiLeaks ofrece a los internautas la posibilidad de hacer públicos, a través de su plataforma, grabaciones, vídeos o textos confidenciales sin indagar en cómo han sido obtenidos pero cuya autenticidad verifica. WikiLeaks vive de las donaciones de los internautas y de fundaciones y no acepta ayudas públicas ni publicidad. Un buen número de instancias públicas ha reconocido la utilidad de su trabajo. En 2008 recibió el Index on Censorship Award que otorga el semanal británico The Economist, y en 2009, Amnistía Internacional le concedió el premio al mejor “medio de comunicación nuevo” por haber sacado a la luz, en noviembre de 2008, un documento censurado relativo a un caso de malversación de fondos efectuado por el entorno del antiguo presidente de Kenia, Daniel Arap Moi.

Desde su creación, WikiLeaks ha sido un festín permanente de secretos, una auténtica fábrica de primicias. Ha difundido bastantes más revelaciones que muchos prestigiosos medios de comunicación en décadas… Entre los mayores escándalos que sacó a la luz destacan: los documentos que denunciaban las técnicas utilizadas por el banco privado suizo Julius Baer Group para facilitar la evasión fiscal; el manual de procedimiento penal del Ejército norteamericano en la base de Guantánamo; la lista de nombres, direcciones, números de teléfono y profesiones de los miembros del Partido Nacional Británico (BNP, de extrema derecha) en la que figuraban policías; la lista pormenorizada de correos electrónicos intercambiados con el exterior por las víctimas de los atentados del World Trade Center, el 11 de septiembre de 2001; los documentos que probaban el carácter fraudulento de la quiebra del banco islandés The New Kaupthing; los protocolos secretos de la Iglesia de la Cienciología; el historial de los correos personales enviados durante la campaña electoral por Sarah Palin, candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, a John McCain desde su ordenador profesional (lo que la legislación estadounidense prohíbe); los expedientes del juicio del asesino Marc Dutroux, incluido el listado con los números de teléfono, cuentas bancarias y direcciones de todas las personas investigadas en este célebre caso de pedofilia; sin olvidar los recientes “Papeles de Panamá”, difundidos el pasado mes de abril.

Por todo eso, al igual que Edward Snowden y Chelsea Manning, Julian Assange forma parte de un nuevo grupo de disidentes políticos que luchan por un modo distinto de emancipación y son actualmente rastreados, perseguidos y hostigados no por regímenes autoritarios, sino por Estados que pretenden ser “democracias ejemplares”

El pasado mes de febrero, el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que depende del Comité de Derechos Humanos de la ONU, determinó que Julian Assange se encuentra “detenido arbitrariamente” tanto por el Reino Unido como por Suecia. Los expertos independientes internacionales también señalaron que tanto las autoridades suecas como las británicas deberían “poner fin a su detención” y “respetar su derecho a recibir una justa compensación”. Según ese jurado internacional, Julian Assange ha sido sometido a diferentes formas de privación de libertad: “detención inicial en la prisión de Wandsworth en Londres” en régimen de aislamiento, “seguida del arresto domiciliario y, después, del confinamiento en la Embajada de Ecuador”.

Aunque el pronunciamiento del Grupo de Expertos Internacionales de la ONU no es vinculante, supone una gran victoria moral en el campo de las relaciones públicas para Julian Assange al darle la razón en su larga lucha contra las arbitrariedades de las autoridades suecas y británicas.

A este respecto, el presidente ecuatoriano Rafael Correa informó que su Gobierno brinda asilo y protección al fundador de WikiLeaks porque “Assange carece de garantías de respeto a sus derechos humanos y a sus derechos en materia de Justicia”. Por su parte, el canciller ecuatoriano, Guillaume Long, declaró que Ecuador “mantiene preocupaciones legítimas sobre los derechos humanos de Assange” y que Quito considera que hay, contra Assange, algún tipo de “persecución política”, motivos por los cuales Ecuador le sigue otorgando asilo.

Para reclamar la libertad de Julian Assange, sus amigos de todo el mundo organizaron, entre el 19 y el 24 del pasado mes de junio, en varias capitales del planeta (2) (Atenas, Belgrado, Berlín, Bruselas, Buenos Aires, Madrid, Milán, Montevideo, Nápoles, Nueva York, Quito, París, Sarajevo), una serie de actos y conferencias con la participación de importantes personalidades y grandes intelectuales (Noam Chomsky, Edgar Morin, Slavoj Zizek, Arundhati Roy, Ken Loach, Yanis Varoufakis, Baltasar Garzón, Amy Goodman, Ignacio Escolar, Emir Sader, Eva Golinger, Evgeny Morozov).

En Quito (Ecuador), el simposio fue organizado por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) y contó con una intervención del propio Julian Assange a través de videoconferencia. Durante cinco días se debatieron temas como: El caso Assange a la luz del Derecho Internacional y los Derechos Humanos, Geopolítica y Luchas desde el Sur, Tecnopolítica y Ciberguerra y De los Pentagon Papers a los Panama Papers.
El académico español Francisco Sierra, director de CIESPAL, declaró: “Creemos que, en realidad, el problema de Julian Assange es ese: el de la libertad de información. Cuando no hay libertad de información, de movimiento ni de reunión, no hay derechos humanos. Y por tanto, el primer derecho, es el derecho a la comunicación, y hay que poner en evidencia que el caso Assange es un problema grave de derecho a la comunicación” (3).

Todos estos acontecimientos solidarios a lo largo y ancho de la geografía mundial se fijaron dos objetivos. En primer lugar: reivindicar los derechos que le han sido negados a Julian Assange, como la presunción de inocencia o la libertad de movimiento. Y en segundo lugar: recordar lo que representa WikiLeaks, es decir, el reto tan actual sobre la libertad de información y de comunicación en un mundo permanentemente vigilado.

Notas

(1) Véase Ignacio Ramonet, La Explosión del periodismo, Clave Intelectual, Madrid, 2011.
(2) www.freeassangenow.org



30 de junio de 2016

LA ECONOMÍA DE ESTADOS UNIDOS NO LOGRA SALIR DEL ATOLLADERO

Ariel Noyola Rodríguez. Global Research

El mercado laboral de Estados Unidos ha vuelto a tropezar. El pasado mes de mayo, la nómina no agrícola añadió 38 mil nuevos puestos de trabajo cuando los inversionistas de Wall Street esperaban un incremento por encima de 160 mil. Janet Yellen, la presidenta del Sistema de la Reserva Federal, no tuvo otra alternativa que dejar intacta la tasa de interés de referencia después de la reunión de junio del Comité Federal de Mercado Abierto. El riesgo de una nueva recesión en Estados Unidos es más amenazante que nunca, aunque los medios de comunicación occidentales insistan en promover la idea de que los principales peligros son la desaceleración económica de China y el posible abandono del Reino Unido de la Unión Europea.

Después de la reunión más reciente del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), realizada a mediados de junio, la presidenta de la Reserva Federal (FED), Janet Yellen, anunció que la tasa de interés de referencia permanecería intacta, esto es, en un rango entre 0,25 y 0,50 por ciento. Con ello, todo parece indicar que la FED no volverá a subir el costo del crédito interbancario a un día hasta antes del próximo mes de septiembre.

En definitiva, la propaganda del Gobierno de Barack Obama para convencernos de la “plena recuperación” de la economía norteamericana ha vuelto a caer en el descrédito. Ya pasaron más de seis meses desde que la FED elevó la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) y hasta el momento no existen señales que anticipen un nuevo incremento.

En repetidas ocasiones, la FED ha ajustado a la baja sus proyecciones de crecimiento de la economía: mientras que en marzo estimó una tasa de expansión para este año entre 2,1 y 2,3 por ciento, recientemente la redujo a un rango entre 1,9 y 2 por ciento. La economía va en caída libre, apenas en diciembre de 2015 el pronóstico de crecimiento de la FED para 2016 oscilaba entre 2,3 y 2,5 por ciento.

Es indudable, la creciente debilidad de la economía más poderosa del Grupo de los 7 (G-7) ha obligado a las autoridades monetarias a actuar con cautela, pues cualquier movimiento en falso incrementaría los riesgos de acentuar las tendencias recesivas, esta vez con altas posibilidades de combinarse con deflación (caída de precios).

El primer trimestre del año la tasa de expansión del Producto Interno Bruto (PIB) de la economía estadounidense a duras penas alcanzó 0,80 por ciento. La recuperación del mercado de trabajo por su parte, continúa siendo demasiado frágil aunque se presuma como el principal logro de las políticas implementadas por la FED. Recordemos que en diciembre pasado, cuando la FED elevó en 25 puntos base la tasa de interés de referencia, la tasa de paro oficial se ubicaba en 5 por ciento, una cifra que a decir de algunos integrantes del FOMC, avizoraba una situación de “pleno empleo”.

Sin embargo, hoy sabemos que el banco central encabezado por Janet Yellen se equivocó. Los últimos datos no dejan lugar a sospechas: los vientos de una nueva recesión son muy amenazantes. El pasado mes de mayo la nómina no agrícola añadió solamente 38 mil puestos de trabajo, fue el incremento más bajo desde el año 2010. Por añadidura, los datos de marzo y abril fueron revisados a la baja, los empleadores contrataron 59 mil personas menos a lo reportado originalmente.

Por eso ningún integrante del FOMC salió a festejar que la tasa de desempleo empleo cayera a 4,7 por ciento cuando, en paralelo, la tasa de participación laboral descendió a 62,6 por ciento: miles de personas abandonaron la búsqueda de trabajo ante la falta de oportunidades. Es que la tasa de desempleo oficial oculta el subempleo masivo, si se contabilizaran tanto a las personas que están ocupadas en puestos de trabajo de tiempo parcial así como a aquellas que han abandonado recientemente el mercado laboral, las cifras cambiarían por completo. Hay alternativas de medición, la metodología U-6 que sí considera estos dos rubros, ubica la tasa de desempleo en 9,7 por ciento, esto es, representa más del doble de la tasa de paro oficial.

Cabe destacar que la falta de dinamismo de la economía estadounidense es consecuencia fundamentalmente de la extrema debilidad de la inversión empresarial, producto a su vez de una tasa de rentabilidad del capital demasiado baja, o por lo menos insuficiente para poner en marcha nuevas plantas productivas, capaces de generar empleo masivo y con ello, detonar un proceso recuperación de largo aliento. Sucede que los empresarios norteamericanos se resisten no solamente a invertir sino también a elevar los salarios, situación que ha impedido apoyar un incremento sustantivo de la inflación: el índice de precios al consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) aumentó apenas 1,1 por ciento en términos anuales el mes pasado.

La imagen de una economía boyante parece cada vez más lejana luego de que el Conference Board de Estados Unidos, la institución encargada de supervisar la competitividad en escala mundial, dio a conocer que la economía norteamericana sufrirá este año la primera contracción de su nivel de productividad de las últimas tres décadas. Ante la falta de innovación, la productividad estadounidense se desplomará 0,2 por ciento. “El año pasado parecía que estábamos entrando en una crisis de productividad, ahora estamos a la mitad de ella”, sentenció Bart van Ark, el economista en jefe del prestigioso centro de investigaciones.

Pese a todo, los medios de comunicación tradicionales insisten en promover la idea de que las señales de alerta para la FED están localizadas fuera de territorio estadounidense. En un primer momento nos dijeron que la desaceleración económica de China representaba uno de los principales peligros para el mundo, más recientemente, nos han puesto sobre aviso de las fuertes turbulencias financieras que vendrán en caso de que el Reino Unido se decida a abandonar la Unión Europea (el llamado ‘Brexit’).

Muy pocos se han atrevido a indagar sobre la alta peligrosidad que representa Estados Unidos para la economía global: según las estimaciones de Deutsche Bank, el principal banco de inversiones del Continente europeo, la probabilidad de que la Unión Americana caiga en recesión durante los próximos doce meses es ya de 55 por ciento. Todo apunta a que más temprano que tarde, la dramática realidad económica terminará por imponerse frente a la tergiversación informativa.