6 de enero de 2015

ORWELL, DE NOVELISTA A ALCAHUETE DE LA CIA

Manuel Medina. Canarias Semanal

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Creo discutible la tesis de Manuel Medina sobre la baja calidad de literaria de los textos de George Orwell. A mí personalmente sus novelas continúan sobrecogiéndome por lo que hoy tiene de cierto sobre el totalitarismo hacia el que avanzan los Estados. 

Desgraciadamente a Orwell le interesaba sobre todo, en línea con tantos trotskistas y similares, condenar a los partidos comunistas y a los Estados socialistas, mucho menos sus críticas al capitalismo del que acabó por ser uno de sus peones. Cuando las críticas son tan feroces hacia un lado y tienen tanta sordina hacia el otro, hay siempre algo de lo que sospechar. Una cosa es la necesaria crítica leal a las desviaciones autoritarias de la Revolución, que la propia Rosa Luxemburgo ya apuntó, por negada en su condición de tal que fuese siempre por el estalinismo, y otra muy distinta servir de un modo tan abyecto a los intereses del Imperio. 

ORWELL, DE NOVELISTA A ALCAHUETE DE LA CIA
Manuel Medina desvela en este texto la condición de chivato anticomunista de la CIA por parte de George Orwell, algo que, sin duda, ensucia el conjunto de su perfil público porque no es fácilmente separable la labor intelectual del resto de la biografía de un hombre.

George Orwell, cuyo nombre real era Eric Blair, nació en la India en 1903 - donde su padre ejercía como funcionario colonial - en el seno de una aristocrática familia británica venida a menos. Parte de su adolescencia la pasó en el famoso y elitista Eton Collage, escuela en la que las clases pudientes inglesas educan a sus vástagos. Al cumplir 20 años, su admiración por el Imperio británico lo empujó a enrolarse en la Policía Imperial, siendo destinado a Birmania. En 1927, después de constatar de cerca la naturaleza de los cuerpos represivos británicos en las colonias, regresó a Londres, donde trató de abrirse camino como escritor. Como resultado de su experiencia birmana, en la que pudo presenciar la tortura y el escarnio contra la población autóctona, su pensamiento político se radicalizó hacia posiciones de izquierda.

Aunque su relación con la policía británica y sus experiencias en los bajos fondos parisinos le proporcionaron abundante  material para la creación literaria, sus primeras novelas no tuvieron ningún éxito En 1936, Orwell viajó a España y se alistó en las filas del ejército republicano para luchar contra la rebelión franquista. Esa experiencia bélica, que se redujo en realidad  a unos pocos meses, le sirvió para escribir "Homenaje a Cataluña", posiblemente su mejor obra.

Durante su en  España,  Orwell tuvo la oportunidad de presenciar los  cruentos enfrentamientos entre militantes comunistas y republicanos,   y anarquistas y miembros del POUM. El dramatismo de estos combates fraticidas, que Orwell vivió del lado de los perdedores, lo arrastró a autodefinirse ideológicamente como una extraña suerte de "anarco-trotskista".


"REBELION EN LA GRANJA",  UNA PROMOCIÓN MULTIMILLONARIA DE LA CIA
 En 1945 escribió "Rebelión en la granja". La obra consistía en una amarga sátira de la Revolución rusa, protagonizada caricaturescamente por los animales de una hacienda. En principio, la  narración escrita por Orwell  tuvo una paupérrima acogida en Inglaterra, donde  el escritor solo logró vender 23.000 ejemplares.

No obstante, poco tiempo después, en 1946, ya iniciados los primeros furores la "Guerra Fría", la novela cruzó el Atlántico. El nuevo clima político de anticomunismo macartista  hizo posible que la  mordaz sátira del novelista británico  fuera acogida con todos los beneplácitos por  los servicios de inteligencia norteamericanos, que pronto se encargaron de convertirla en un auténtico bestseller.

La obra se vendió por centenares de miles, aunque su calidad literaria fuera algo más que dudosa. No en vano, la CIA disponía de la influencia necesaria en los medios de comunicación para convertir lo mediocre en excelente. Los elogios fueron casi unánimes en la prensa norteamericana. El periódico "New Yorker", por ejemplo, cuyos exigentes críticos literarios solían ser muy tacaños a la hora de emitir un elogio, calificaba a "Rebelión en la granja" como un libro "absolutamente magistral", y sostenía que había que empezar a considerar a Orwell como "un escritor de primera línea, comparable con Voltaire".

Como no podía ser menos, la infraestructura de la CIA en Hollywood se hizo cargo también de financiar la versión cinematográfica de "Rebelión en la granja". No se escatimaron dólares a la hora de invertir. Un ejército de ochenta dibujantes asumió la tarea de construir las 750 escenas con los 300.000 dibujos a color que requería la producción del film en dibujos animados. El guión fue asesorado por el Consejo de Estrategia Psicológica, que procuró que el mensaje fuera nítido y favorable a los planes de la CIA. La película contó con una gigantesca cobertura publicitaria y pudo verse hasta en el último confín de Occidente.

En 1949, apenas unos meses antes de su muerte, George Orwell publicó la novela"1984". Animado por el inesperado éxito de su anterior bestseller, el escritor británico rescató el antisovietismo como tema central de su nuevo libro. Orwell no fue en esta ocasión un dechado de originalidad. Su novela resultó ser un auténtico plagio de la novela "Nosotros", escrita por Evgeni Zamiatin, un narrador ruso de principios del siglo XX, que huyó de su país en 1917, en las vísperas de la Revolución.

Tiene escasa importancia si el tipo de sociedad descrito por Orwell en "1984"correspondía al estalinismo o a la sociedad de consumo de los países capitalistas. El hecho cierto es que el libro le vino de mil maravillas a la CIA y a la logística de su ofensiva ideológica en Europa. Y eso Orwell no solo no lo ignoraba, sino que lo utilizó como desahogo de su anticomunismo enfermizo.

Isaac Deustcher, un teórico trotskista de reconocido prestigio internacional, describía, con esta significativa anécdota, el impacto que el libro había provocado en la opinión pública norteamericana:

"¿Ha leído usted ese libro? Tiene que leerlo, señor. ¡Entonces sabrá usted por qué tenemos que lanzar la bomba atómica sobre los bolcheviques!". "Con esas palabras, - decía Deustcher- un miserable ciego, vendedor de periódicos, me recomendó en Nueva York "1984", pocas semanas antes de la muerte de Orwell."


DE NOVELISTA A VULGAR ALCAHUETE DE LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA BRITÁNICOS
Pero el escritor ingles no solo contribuyó, junto con otros intelectuales "arrepentidos",a crear un clima de insufrible pánico anticomunista en las sociedades occidentales.George Orwell, que con "1984" había aterrado a millones de personas con la posibilidad de que el futuro nos deparara una sociedad escrupulosamente vigilada por un omnipresente "Gran Hermano" que todo lo controlaba, se convirtió el mismo en un vil delator de los intelectuales de izquierda residentes en su país.

Durante años Orwell ha sido considerado en el ámbito de algunos sectores progresistas como un autor paradigmático de la defensa de los derechos de los individuos frente al omnipresente poder del Estado. Paradójicamente, la realidad ha puesto de manifiesto que tan solo fue un vulgar alcahuete de los servicios policíacos británicos y norteamericanos. La recuperación del material secreto de la época demuestra que Orwell denunció hasta 125 escritores y artistas como "compañeros de viaje, testaferros del comunismo o simpatizantes". Haciendo uso de las lecciones aprendidas en la policía colonial del Imperio, Orwell se dedicó a anotar escrupulosamente los datos e impresiones de aquellos intelectuales con los que mantenía relación.


 LA "LISTITA" DE ORWELL
 En lo que el mismo denominaba como "su listita" no solo se incluían los nombres de sus denunciados, sino también las observaciones venenosas que estos  le merecían. La mayoría de ellos ni siquiera eran comunistas, sino intelectuales liberales o, simplemente, progresistas. En una libreta de tapas azules, quien creara la imagen novelesca del superpoder totalitario, iba anotando escrupulosamente sus impresiones acerca de aquéllos a quienes luego denunciaría al Servicio Secreto británico y a la CIA.

Del poeta inglés Tom Driberg, por ejemplo, decía: "Se cree que es miembro clandestino del P.C.", "judío inglés", "homosexual". Del músico de color Paul Robenson:"muy antiblanco". A Kingsley Martin, director del conocido semanario del laborismo de izquierda News Statesman lo definía como "un liberal degenerado, muy deshonesto". A Malcolm Nurse, uno de los padres de la liberación africana, lo calificaba de "Negro, antiblanco". Al universalmente conocido John Steimbeck lo insertó en su cuaderno delator por ser, según su opinión, un "escritor espurio y pseudoingenuo". Ni Charles Chaplin, ni el novelista JB Priestley, ni el entrañable Bernard Shaw, ni el celebérrimo Orson Welles, ni el prestigioso historiador E.H. Carr, se libraron del miserable lápiz acusador de George Orwell.  

Hoy está fuera de toda duda que Orwell fue una genuina creación de la CIA,independientemente de la opinión que se tenga acerca de la calidad literaria de su obra. La Agencia no escatimó a la hora de invertir fondos para promocionar su obra. Era conocedora del efecto devastador que el mensaje de un supuesto representante de los valores de la izquierda, podía tener sobre amplios sectores de la opinión. Como otros intelectuales de aquella - y de esta- época - sucumbió a la seducción del éxito fácil y la notoriedad rápida que posibilitaba la transmisión de un mensaje construido por los diseñadores de la guerra fría.


LOS ARCHIVOS DEL FOREIGN OFFICE PONEN AL DESCUBIERTO LAS ACTIVIDADES DE ORWELL
 La tragedia para su memoria ha sido doble. Por una parte, la apertura de unos archivos polvorientos del Foreign Office ha puesto al descubierto su personalidad fraudulenta. La ausencia de escrúpulos del escritor británico solo fue equiparable con la de los más despreciables protagonistas de sus propias novelas.

 La historia, finalmente, le ha pasado factura, colocándolo en el lugar donde le corresponde, aunque para ello hayan tenido que transcurrir más de cincuenta años. Por otro lado, la sociedad siniestra que Orwell describió se parece cada día más a la que, paradójicamente, él contribuyó a construir y a nosotros nos está tocando vivir.

 Toda la panoplia orweliana de "policías del pensamiento", "semanas del odio",las "nopersonas" y esa "neolengua" que se empequeñece en lugar de agrandarse, encuentra  su réplica en la estampa que nos está ofreciendo la sociedad capitalista actual. ¿Qué más da que la uniformización del pensamiento corra a cargo del "Gran Hermano" o de las siete multinacionales de la comunicación que controlan y "depuran"  hoy la transmisión planetaria del pensamiento?


EL MUNDO QUE DESCRIBIÓ ORWELL ES EL QUE HOY NOS RODEA 
¿Hay tanta diferencia entre las "Semanas de odio" que organizaba el "Big Brother" y las  campañas que hoy organiza el gobierno de  los EEUU  contra Venezuela con la finalidad de preparar psicológicamente a la población de los EEUU para organizar allí un golpe de estado o una guerra de conquista como tantas veces ha sucedido enel pasado en  America Latina? ¿Existe una divergencia tan grande entre el "Ministerio de la Verdad" de "1984", que diariamente determinaba lo que debía pensar el ciudadano, y la aplastante uniformidad de opiniones que cada día puede verse y escucharse  en todas las radios y TV españolas? ¿En qué se diferencian los delitos de opinión que cometían los "criminales del pensamiento" en la novela de Orwell , y los que hoy se persiguen en nuestras "democracias avanzadas"?

 Se equivocan quienes piensen que  la batalla ideológica por el control del pensamiento, es solamente una secuencia del pasado, un capítulo oscuro de la Guerra Fría. Nada más lejos de la realidad. Mientras en nuestro planeta existan pueblos que dominan y otros que son dominados; clases que detentan la propiedad de las riquezas y otras que no tienen acceso a ella, la batalla de las ideas no concluirá.

 Es evidente que el sueño de los estrategas estadounidenses  de la posguerra se ha cumplido. Hoy la hegemonía ideológica, política, económica y militar de los EEUU en el mundo es indiscutible. Pero… ¿por cuánto tiempo?