13 de diciembre de 2014

ITALIA: PRIMER PARO CONTRA EL AJUSTE DE RENZI

Masiva participación en la huelga general de Italia contra la reforma laboral

Página 12

Fue convocado por dos de los tres principales sindicatos. El descontento se hizo sentir en varias ciudades del país donde las manifestaciones y los choques con la policía marcaron la jornada.

Miles de personas participaron ayer en Italia de la primera huelga general contra la reforma laboral y la política económica del primer ministro Matteo Renzi. Convocada por dos de los tres principales sindicatos, el descontento se hizo sentir en varias ciudades del país donde las manifestaciones y choques con la policía marcaron la jornada. Desde Turquía, donde se encontraba para un foro económico, Renzi advirtió de que no cederá a la presión de los sindicatos. “Respeto a los sindicatos, pero no pienso como ellos. Italia tiene que cambiar, incluso para ellos”, declaró.

De acuerdo con los datos de los gremios convocantes –la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL) y la Unión Italiana del Trabajo (UIL)–, cerca de 50 mil personas desfilaron por las calles de Milán, 70 mil en Turín, 50 mil en Nápoles, 40 mil en Roma y 15 mil en Palermo para pedir al gobierno de centroizquierda que cambie su política económica.

En la convocatoria, con respaldo de los sectores público y privado, según la CGIL y la UIL, contribuyó la adhesión de los trabajadores del transporte, que en la capital cerraron las tres líneas de metro, mientras en otras grandes ciudades los medios de transporte no operaron o lo hicieron de manera restringida. La democristiana Confederación Italia de Sindicatos de Trabajadores (CISL), la segunda por número de afiliados, no quiso adherirse al paro y dijo defender un “pacto social”.

“La emergencia que atraviesa este país se llama trabajo. Hacen falta políticas para crear empleos, pero no un empleo cualquiera, sin derechos y sin profesionalidad”, afirmó en tanto Renzi desde Turquía. Según el propio premier, la reforma laboral fomentará la contratación y bajará los índices de desempleo, pero desató una ola de críticas entre los trabajadores e incluso en el seno de su propio partido. Por su parte, el presidente de la república, Giorgio Napolitano, señaló en Turín que la amplia convocatoria de la movilización es una muestra de la “destacada tensión” entre el gobierno y los sindicatos.

El paro provocó también problemas en los aeropuertos, donde las principales compañías se vieron obligadas a retrasar o cancelar varios de sus vuelos y ofrecer a sus pasajeros la alternativa de cambiar el pasaje en forma gratuita o, en algunos caso, reembolsar su costo. En Turín se produjeron algunos altercados violentos cuando manifestantes intentaron derribar una barrera policial para continuar con sus protestas, lo que desencadenó una respuesta policial con gases lacrimógenos y bastonazos de goma sin que se reportaran heridos.

También en Milán la protesta alcanzó niveles de tensión cuando algunos participantes comenzaron a lanzar huevos, piedras y petardos contra la policía, un encontronazo que se saldó con once heridos. Hubo también represión policial en Roma, donde la marcha partió de la plaza del Esquilino para llegar al centro de la capital, hasta la plaza Santi Apostoli, en la que los manifestantes expresaron sus reivindicaciones.

Renzi y su ministro de Economía, Pier Carlo Padoan, habían anunciado su determinación a continuar con las reformas económicas y laborales –para las que recibieron todo el apoyo del Parlamento– con independencia del respaldo a la movilización. El ministro consideró que la huelga no es más que la constatación ante los socios europeos de que Italia está ejecutando las reformas encomendadas.

Quizá previendo el duro golpe de ayer, Renzi buscó impedir por decreto la huelga en el transporte ferroviario, lo que suscitó el enojo de Susanna Camusso, secretaria general de la CGIL, sindicato ligado al Partido Democrático (PD), del que Renzi es secretario general. “Se trata de un hecho gravísimo, porque es una explícita violación de la ley”, afirmó Camusso. Al final, el gobierno dio marcha atrás. Tras la movilización, Camusso redobló la apuesta y declaró que Renzi debía entender que no se cambia un país sin los trabajadores. “Renzi ha dicho que nos respeta: obviamente debe respetar a millones de trabajadores”, añadió, al afirmar que el gobierno puede elegir entre dos opciones: “O dispara el conflicto o prueba a dialogar con nosotros”.

La movilización de ayer configura tan sólo un ejemplo de las enormes dificultades que Renzi encuentra para sacar al país de la crisis. La situación económica empeora sin tregua, con el país hundido en una larga recesión: la renta real de los ciudadanos es hoy más baja que hace quince años y la deuda externa sigue en aumento, llegando a superar los dos billones de euros, casi el 130 por ciento del PBI.

Junto a delegaciones de trabajadores y desempleados, desfilaron los estudiantes en Bari (sur), Trieste (nordeste), Pisa (centro) y Turín (noroeste). El desempleo afecta al 44 por ciento de los jóvenes en Italia y la mayoría de los primeros trabajos que consiguen son precarios. Renzi anunció también la modificación del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores, un símbolo de la lucha social en Italia, que protege de los despidos abusivos. Las organizaciones sindicales critican además la ley de presupuestos para 2015, cuyas medidas son consideradas insuficientes para reactivar la economía.

A la desazón de Renzi por el panorama anterior se suma la incertidumbre respecto de la ley electoral, que el primer ministro había definido como prioritaria en el marco de su reforma institucional. El premier la quería aprobar antes de que acabara diciembre, algo prácticamente imposible a la vista de la dura oposición que encontró en el Parlamento, donde enfrenta la rebeldía del ala izquierda de su partido.

El proyecto del gobierno sobre la ley electoral perdió una votación en una comisión parlamentaria quedándose en minoría y el premier se vio obligado a amenazar con elecciones anticipadas. Renzi viene en baja en el apoyo ciudadano y aunque éste aún es alto –llegó a superar el 60 por ciento según las encuestas– hoy no llega al 50 por ciento.