13 de abril de 2014

LA PASIONARIA DE BERLÍN

La caída del Muro la convirtió en la última defensora del comunismo en Alemania
Hoy Sahra Wagenknecht lucha por derribar el capitalismo.
Mediática y combativa, defendió a Putin en la crisis de Ucrania 

Enrique Müller. El País

Sahra Wagenknecht, actual vicepresidenta del partido alemán La Izquierda y la figura más mediática y polémica de su organización, tenía solo 20 años cuando vivió el peor momento de su vida. En la noche del 9 de noviembre de 1989 se enteró por la radio que el famoso muro de Berlín comenzaba a derrumbarse, pero la joven, en lugar de salir a la calle y dejarse llevar por las multitudes que empezaron a cruzar los pasos fronterizos, como lo hizo Angela Merkel, se encerró en su cuarto embargada por una profunda tristeza y se puso a leer Crítica de la razón pura, la obra capital de Kant.

“No tenía nada que festejar. Yo quería una RDA diferente, mejor. Mi esperanza quedó destruida aquella noche”, reveló años más tarde y cuando su combativa dialéctica comunista le había ayudado a salir del anonimato y se había convertido en una figura prominente en el antiguo Partido del Socialismo Democrático, que surgió de las cenizas del viejo partido comunista del país de la hoz y el martillo.

No ha sido la única frase polémica que ha pronunciado Sahra Wagenknecht a lo largo de su exitosa carrera política, que la ha convertido ahora en una combativa dirigente del partido La Izquierda y asidua participante en las tertulias políticas de la televisión germana. Es cierto, la diputada de 44 años está en camino de convertirse en un nuevo icono de la izquierda alemana, una moderna Rosa Luxemburgo (su ídolo de toda la vida) que nada contra la corriente y que no tiene miedo, gracias a sus convicciones de defender las causas menos defendibles que se multiplican en el planeta.

¿Qué político alemán, por ejemplo, se habría atrevido a defender la actitud que asumió Vladímir Putin en la peligrosa crisis que afecta a Ucrania y Crimea y que tiene al mundo occidental al borde de un ataque de nervios? ¿Alguien se habría atrevido, por ejemplo, a denunciar que la poderosa canciller alemana bendijo la llegada al poder en Kiev de un Gobierno golpista integrado por grupos fascistas y antisemitas?

Nadie, excepto Wagenknecht, una moderna Pasionaria comunista, que lo hizo con una vehemencia que provocó incluso un profundo malestar en las filas de su partido. La combativa dirigente defendió la anexión de Crimea a Rusia y denunció “la política exterior hipócrita” del Gobierno alemán, al defender al “Gobierno fascista” de Kiev, y recordó que los principales violadores del derecho internacional eran Estados Unidos y sus más cercanos aliados, como Alemania.

Sus polémicas afirmaciones provocaron agrias reacciones del presidente del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el superministro Sigmar Gabriel, quien la acusó de ser una nostálgica de las viejas prácticas que imperaban en Moscú cuando aún existía la Unión Soviética. Peor aún, el SPD congeló un estratégico acercamiento con La Izquierda para formar una gran alianza de centro izquierda que le permita acceder al poder en 2017.

Wagenknecht sigue imperturbable. ¿Qué otra actitud podía asumir una mujer que siempre fue una rebelde con causa y que tuvo el coraje de rebelarse para no vestir el uniforme militar en la escuela? La ansiedad le impedía comer cuando la obligaban a participar en las acampadas de defensa civil, una actitud que fue tachada como huelga de hambre por los inspectores del régimen.

Bajo la peligrosa sospecha de ser una disidente, le prohibieron estudiar en la universidad. A pesar del castigo, la joven se alistó en el partido y se encerró en su cuarto para educarse a sí misma. Solo después de la caída del Muro pudo acceder a la universidad, y cuando terminó sus estudios, en 1996, decidió buscar una nueva vida en la política con un discurso que parecía haber desaparecido en la noche mágica del 9 de noviembre de 1989. La joven se transformó en la última defensora del comunismo en un país donde Lenin, Marx y Stalin eran detestados y donde sus antiguos compatriotas soñaban con el bienestar capitalista que les ofrecía Bonn. “La RDA fue la comunidad más pacífica y humanitaria que existió en toda la historia alemana”, dijo en uno de sus primeros discursos.

Pero la vida da muchas vueltas y la joven dejó de defender al régimen que gobernó en su primer país durante 40 años y se propuso una meta más ambiciosa, cuando la plaga de la crisis mundial atacó a los países capitalistas.

Sahra Wagenknecht, una autodidacta en muchas ramas del saber humano, decidió escribir un libro que la catapultó a la fama y la convirtió en una estrella de la televisión. Libertad en lugar de capitalismo fue el título de su libro que se publicó en mayo de 2011, un frío análisis que admite los aportes que hizo Ludwig Erhard, el padre de la economía moderna de Alemania, y donde se atrevió a señalar que el marco constitucional alemán permite superar el capitalismo e instaurar un sistema socialista que impida que las grandes empresas que cotizan en la Bolsa de Fráncfort sigan imponiendo sus reglas.

La crisis de la deuda en la zona le ofreció otro frente de batalla. “La Unión Europea es una democracia de fachada que solo defiende los intereses de las grandes empresas y bancos”, dijo no hace mucho. “La UE es un poder antidemocrático, neoliberal y militarista”, añadió.

Sus declaraciones convencieron al irreverente periódico Die Tageszeitung a escribir una frase que combina el sexismo con el halago. “Sahra Wagenknecht es el rostro más bonito del comunismo y tiene la cabeza más inteligente del anticapitalismo”, señaló el periódico. “Ella es la más izquierdista de La Izquierda”.

Sin dejarse impresionar por las críticas ni por los halagos, solo tiene una meta por delante. Acabar con el capitalismo que impera en su país y recuperar los principios del socialismo para crear una sociedad más justa. La meta es casi una utopía, pero la hermosa diputada sigue conquistando admiradores a través de la televisión y de los foros políticos.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
El País, vocero de la reacción liberal y anticomunista tanto en Europa como en América Latina, dedica una semblanza, en su sección Gente a Sahra Wagenknecht, dirigente comunista de un partido excomunista nacido de la extinta RDA.

Sorprende la ignorancia de su periodista Enrique Müller que, con apellido de origen alemán y todo, se atreve a afirmar que la RDA era el país de la hoz y el martillo. Les he puesto en ese punto de su afirmación el enlace a la bandera de la antigua Alemania del Este para que vean hasta qué punto el título de periodista avala decir tonterías propias de ignorante. 

No me gusta tener que coger noticias de lugares como El País porque cuando escriben para hablar del socialismo como sociedad, del comunismo como aspiración humana o de un comunista como persona lo hacen para cubrirles de barro y deformarlos pero creo que Sahra Wagenknecht es un ejemplo de coherencia, principios políticos y voluntad de lucha, por encima del cálculo y de las conveniencias políticas, algo distinto a lo que sucede en su propio partido y en sus socios europeos, incluido el español. Al último teatro de bronca escenificada en Andalucía me remito

Sahra Wagenknecht no se avergüenza de lo que es, ni de aquello en lo cree, ni tampoco de aquello por lo que lucha, como tampoco del mundo del que viene y en el que forjó sus convicciones y su conciencia. Y ello refuerza las mías.

Ello a pesar de que Sahra, quizá por el deseo de ver hasta dónde es posible tensar las instituciones burguesas y crear contradicciones en su interior que las hagan saltar, caiga en la ingenuidad, como otros que en España, que no debieran sostener tal tesis porque ya han podido comprobar lo que ha dado de sí, de creer que la Constitución alemana permite abrir el paso al socialismo. El socialismo sólo llegará de la destrucción del capitalismo y de su Estado y de la construcción de uno de y para la clase trabajadora. 

De hecho, es una burda mentira lo que cuenta en su artículo Enrique Müller de que las declaraciones de la diputada comunista sobre Crimea, Putin y Ucrania y el nuevo gobierno, nazifascista en este país, apoyado por la señora Merke,l haya congelado ningún proyecto de gobierno SPD-Die Linke para 2017. Sigmar Gabriel y el SPD, cuando han tenido la oportunidad de pactar un gobierno de izquierda en el Bundestang, han optado por reeditar de nuevo otra gran coalición con la CDU, a pesar de que Die Linke había rebajado buena parte de sus líneas rojas programáticas. Ese pacto llegará sólo cuando Die Linke haya tirado por la borda todo su pasado. La memoria sobre Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht sabe y recuerda el papel del SPD en sus muertes. Esa es la tolerancia del Estado alemán, de las derechas y de los pseudosocialdemócratas sobre cualquier proyecto de construcción del socialismo en Alemania.

De un comunista busco que me sirva como ejemplo para lograr llegar a serlo yo algún día. Creo que Sahra Wagenknecht, a la que he leído en alguna entrevista y de la que conozco algún otro aspecto como parlamentaria y luchadora es eso, un ejemplo. 

Un ejemplo nada tiene que ver con un icono, como pretende El País o con un pastor, al contrario de lo que sucede en España y en tantos lugares con quienes en su mente servil de gregarios ignoran esa estrofa de La Internacional que dice "Ni en dioses, reyes, ni tribunos/está el supremo salvador./Nosotros mismos realicemos/el esfuerzo redentor". En España tenemos tantos coleteros, califas o jueces que montan un partido porque les han cerrado su carrera judicial que ya no caben más mesías en el camarote de los Marx Brothers. Todos ellos creen superada la dialéctica izquierda-derecha y el socialismo como esperanza más noble y bella de la humanidad es algo que no va con ellos.

De Sahra Wagenknecht me interesa, además de su condición de ejemplo, su capacidad  de suscitar interés por y deseo de una sociedad socialista, no su belleza, que ciertamente me impresiona, ni si recuerda a Dolores Ibarruri (Pasionaria) o a Rosa Luxemburg, mujeres ambas de extraordinarias convicciones, talante humano y voluntad de lucha.

Los otros aspectos tienen más de anécdota y de "literatura" de lo que desgraciadamente suele entenderse por periodismo, como fábrica de ídolos y mitos para empequeñecer a los mortales:

 “Yo no sé muchas cosas, es verdad. 
Digo tan sólo lo que he visto. 
Y he visto: 
que la cuna del hombre la mecen con cuentos, 
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, 
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, 
que los huesos del hombre los entierran con cuentos, 
y que el miedo del hombre... 
ha inventado todos los cuentos...”
(León Felipe. "Sé todos los cuentos")