21 de mayo de 2013

LA LIQUIDACIÓN DE LAS RELACIONES LABORALES POR LOS EMPRESARIOS Y OLIGARCAS



Toussaint Louverture. Kaosenlared.net

"Si te agota trabajar 70 horas a la semana es que eres un inútil y no sirves” John Welch, magnate norteamericano

Esta es la concepción de las relaciones laborales que tienen los grandes empresarios y los grandes oligarcas.  Vemos una vez más como cuando son destruidos todos los contrapesos existentes al orden capitalista, una vez derrotados los proyectos superadores en los que la clase obrera tenía puestas sus esperanzas, una vez que se ha conseguido que los sindicatos y partidos de izquierda se cambien la chaqueta y abracen el dogma del “compromiso social” y que legitimasen la “integración” en la nueva estructura capitalista europea. Una vez más estos señores se guardan sus amables caras del “Wellfare State” y pasan a la ofensiva.

Así pues estas son las posiciones defendidas por el gran magnate norteamericano John Welch en lo que respecta las relaciones laborales. Este señor en cuestión señalaba en unas declaraciones al prestigioso periódico norteamericano de negocios “The Wall Street Yournal” que, “pese a no tener nada en contra de los empleados que se negaban a trabajar más horas del tope legal marcado por la ley o que pretendía conciliar la vida profesional con la familiar, este tipo de gente nunca va a promocionar en su carrera ni ascender en la empresa”.  Esta no es cuanto menos una opinión aislada, poco después el famoso columnista y asesor de negocios Marty  Nemko, llegaba a calificar de “vagos” e “inútiles” a los trabajadores que se quejaban de sus horarios de trabajo. Y literalmente afirmaba “Si alguien dice estar agotado por trabajar 70 horas a la semana significa que no es lo suficientemente competente como para realizar las tareas que le han sido asignadas, por lo que se contrató a la persona equivocada”. Por su parte el magnate y director adjunto de la multinacional de trading Glencore Xstrata, Iván Glansberg, ha lanzado una dura declaración de intenciones sobre cómo serán las relaciones laborales en el futuro, “Aquellos que comienzan a centrarse más en la familia y en sus aficiones que en el trabajo serán reemplazados por aquellos que no lo hacen” [1]. Esta son pues, las posiciones de las principales figuras de la patronal norteamericana, pero no obstante este pensamiento no es un fenómeno exclusivamente local.

En España hemos podido observar las declaraciones del presidente de la gran empresa de supermercados “Mercadona” Joan Roig que llamaba a los trabajadores españoles a “imitar la cultura del esfuerzo de los bazares chinos para poder seguir manteniendo su nivel de vida[2], o las de Antonio Adés director de producción de Ford España ha dicho que los trabajadores españoles deberán trabajar más por menos”, que las vacaciones deberían ser reducidas porque a su juicio son excesivas” o como se vanagloria de haber reducido a la mitad el “absentismo laboral” gracias a utilizar el “efecto miedo”[3].

Al ver toda esta retahíla de declaraciones y amenazas por parte de los “buques insignia” de la patronal me hace recordar cuando el famoso sociólogo y dirigente del Partido del Trabajo  Belga, Peter Martens, analiza el componente ideológico que presentan el conjunto de empresarios, políticos y pensadores neoliberales en su ensayo “Como se atreven”  que se ha convertido en líder de ventas en las librerías de Bélgica.  En dicho libro señala como padres ideológicos de la cultura neoliberal al pensador decimonónico Edmund Burke. Este pensador irlandés del siglo XVIII reaccionario y opuesto a los valores emanados de la Revolución Francesa tenía un extraño concepto de libertad. Para él la sociedad venía constituida por un orden social “innato” que automáticamente y por voluntad divina generaba clases sociales diferenciadas “ricos” y “pobres”. Todo intento de subvertir este orden natural de las cosas era calificado como Burke como una “herejía” y “una ensoñación inútil”, para él la verdadera libertad que podían tener los humildes, los menesterosos y los trabajadores era la “libertad de obedecer las reglas”. Es decir que la única manera que tenían de poder prosperar en la vida era sometiéndose a los designios de sus poderosos, mucho más inteligentes y superiores que la “multitud mugrienta”,  sólo así podrían llegar a obtener mejoras materiales[4].

Ahora en un contexto dramático de crisis en el que se evidencia las limitaciones de este sistema para gestionar la producción, estos señores inician una ofensiva ideológica y muestran claramente sus planes futuros. Los trabajadores que se nieguen a trabajar 70 horas semanales (unas 12 horas diarias), son unos blandos que merecen ser despedidos, así como también son una alfeñiques quejicas, vagos y llorones aquellos que solicitan la “conciliación del trabajo con la vida familiar”. Los patrones amenazan con mandar al paro a los “trabajadores recalcitrantes”. El postulado de estos patrones viene bien definido en esta frase: “lo que antes eran derechos, ahora son excusas”.

Así pues vemos como progresivamente los permisos de maternidad, las vacaciones pagadas, la jornada de 8 horas diarias, la negociación colectiva, la regulación de turnos, la regulación de las medidas de seguridad e higiene en el trabajo… Todas estas medidas, que recordemos fueron conquistadas por la clase trabajadora a lo largo del siglo XX tras duras luchas, se han convertido de derechos inalienables del “Estado de Bienestar” a “meras escusas de vagos y haraganes”.

Con esto se puede ver que todas las promesas de un “final feliz para la crisis” en el cual veamos reintegrados todos los derechos “suspendidos por la difícil situación” y recuperemos el “nivel de vida anterior a la crisis”, es imposible. La conciliación social con los patrones y empresarios defendida por los sindicatos inmovilistas y la izquierda del sistema es una mera quimera.

Frente a esta ofensiva ideológica de la gran patronal, nosotros debemos responder con una contra ofensiva ideológica de signo opuesto. Una contra ofensiva que haga recordar a los empresarios que sin los trabajadores que ponen en funcionamiento sus fábricas, venden sus productos y distribuyen sus mercancías no habrían llegado a esos lugares privilegiados. Esa contraofensiva ideológica” pasa por recuperar una verdadera “cultura obrera” dentro de los centros de trabajo, en los sindicatos, en los movimientos barriales y estudiantiles. La recomposición de una izquierda revolucionaria que recupere el espacio perdido y inicie una verdadera ofensiva estratégica dirigida a la superación definitiva del capitalismo como sistema socioeconómico imperante.