10 de marzo de 2013

¿EL FIN DE LA CLASE OBRERA?

Peter Mertens

Hay una idea muy difundida, que se escucha cada vez con mayor frecuencia: las tecnologías de la información y las ciencias de la comunicación han cambiado la producción de una manera radical. La mayoría de los países desarrollados tienen una economía de servicios, una sociedad post-industrial. En Europa, el 66% de la población trabajadora lo hace en el sector servicios. En los Estados Unidos esta cifra llega al 79%.1 Debido a este cambio en la composición de la clase trabajadora, no se puede seguir igual que antes, dice el filósofo italiano Antonio Negri: «Detesto a la gente que dice: la clase obrera ha muerto pero la lucha continúa. No. Si la clase obrera ha muerto – y es cierto – es todo el sistema que depende de esos equilibrios de fuerzas está en crisis.» 2

 

La contradicción entre trabajo y capital

La clase trabajadora nació con el capitalismo. El nacimiento del capitalismo en los siglos 16 y 17, la acumulación primitiva, estuvo vinculada a dos condiciones principales. Por un lado, había que acumular riquezas suficientes para poner en pie las empresas capitalistas, es decir, el capital. Por otra parte, era necesario disponer de suficiente mano de obra: gente sin bienes propios, sin medios de subsistencia, forzados a vender su fuerza de trabajo. Gracias a la industrialización, a finales del siglo dieciocho e inicios del diecinueve, se formó la clase trabajadora, que aumentó de manera constante debido a la bancarrota de los granjeros y trabajadores manuales. Junto con el desarrollo del capitalismo hubo también un crecimiento del ejército industrial de reserva de gente desempleada.

A comienzos del siglo veinte, grandes monopolios capitalistas empezaron a dominar sectores en cada país. Hoy, un siglo después, esos monopolios no sólo regulan a esos sectores a escala nacional, sino que lo hacen a escala mundial. Las fusiones y adquisiciones de compañías estatales han alcanzado una enorme concentración en las últimas décadas. Algunas empresas transnacionales (ETN) controlan sectores enteros de la economía mundial. Nunca antes en la historia había habido tanta gente trabajando en un sólo producto, sea éste un coche, un avión o un derivado del petróleo. Entre un cuarto y medio millón de personas trabajando día a día para alguna de las veinte ETN más grandes. Nunca antes en la historia hubo tan pocos protagonistas regulando la producción: han sobrevivido tres en el sector petrolero, seis en la industria automotriz, dos en el mercado del maíz, cuatro en el mercado de soja, seis en la industria agroquímica y dos en la aviación civil.

Pero, ¿La contradicción entre trabajo y capital «está en crisis»?. Dicho de otra manera, ¿Ha desaparecido, como insinúa Antonio Negri?. No, a inicios del siglo veintiuno, la contradicción entre trabajo y capital, es de carácter mundial. El mundo ya está listo para pasar al siguiente modo de producción, el socialismo. «Cuando una gran empresa se convierte en gigantesca y organiza sistemáticamente, sobre la base de un cálculo exacto de múltiples datos, el abastecimiento en la proporción de los 2/3 o de los 3/4 de la materia prima de todo lo necesario para una población de varias decenas de millones; cuando se organiza sistemáticamente el transporte de dichas materias primas a los puntos de producción más cómodos, que se hallan a veces a una distancia de centenares y de miles de kilómetros uno de otro, cuando desde un centro se dirige la elaboración del material en todas sus diversas fases hasta la obtención de una serie de productos diversos terminados; cuando la distribución de dichos productos se efectúa según un solo plan entre decenas y centenares de millones de consumidores (venta de petróleo en América y en Alemania por el “Trust del Petróleo” americano), aparece entonces con evidencia que nos hallamos ante una socialización de la producción y no ante un simple “entrelazamiento”; que las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión, que puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo (en el peor de los casos, si la curación del tumor oportunista se prolonga demasiado), pero que, sin embargo, será ineluctablemente suprimida», escribió Lenin en su análisis del imperialismo.3

Hoy en día, este envoltorio es las relaciones capitalistas de producción algunos miles de familias (¡no más!), los propietarios privados de las mil empresas transnacionales más grandes controlan con estas mil empresas, prácticamente toda la producción mundial. Estas familias controlan también, directa o indirectamente, el trabajo de las cerca de mil millones de personas que venden su fuerza de trabajo y de las familias que dependen de ellas. Controlan además la tecnología, la comunicación, el transporte y la organización que son su propiedad privada. Controlan todo esto, no en beneficio del desarrollo social o del progreso social, sino para maximizar sus propios beneficios. De esta manera, la propiedad privada de los medios de producción (empresas, tierras, medios de comunicación y de transporte) se ha convertido en el principal obstáculo al progreso social de la humanidad.

 

¿Han muerto los sepultureros?

¿Qué fuerza, en el seno de la sociedad, es capaz de romper el dominio sofocante sobre la producción y la vida?. Uno de los elementos fundamentales puestos a debate por Carlos Marx y Federico Engels en la naciente Asociación Internacional de Trabajadores, fue la idea que la revolución social sólo podría ser tarea de la misma clase obrera. Los `sepultureros’ de este sistema de explotación son los mismos trabajadores, escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. ¿Han muerto los sepultureros en la actualidad?
Tabla 1. Porcentaje de empleo en la agricultura, la industria y los servicios en el mundo.

Agricultura
Industria
Servicios
1950
67
15
18
1970
56
19
25
1980
53
20
27
1990
49
20
31
2000
46
20
34
2006
38.7
21.3
40

Fuente: ILO, World Employment Report 2007, European Commission, Employment in Europe 2004.

El ILO Global Employment Trends Report (ILO, Informes sobre tendencias globales del empleo) indica que los servicios han sobrepasado a la agricultura por primera vez en la historia de la humanidad. «En 2006, el sector servicios sobrepasó a la agricultura por primera vez, al incrementarse del 39.5 al 40 por ciento. La Agricultura disminuyó del 39.7 al 38.7 por ciento. El sector industrial representó el 21.3 por ciento del empleo total.» Los datos en la Tabla 1 resaltan estos tres hechos. Primero: el empleo en la agricultura disminuyó durante el último medio siglo de 67 a 38.7 por ciento. Los agricultores están siendo arruinados. En Europa, este proceso ha ocurrido durante los últimos tres siglos. Hoy tiene lugar a escala mundial. En segundo lugar, hay un incremento del empleo en el sector “servicios”. Regresaremos a este asunto más tarde. Además, se observa un estancamiento e incluso un ligero incremento del empleo en el sector industrial a escala mundial. Es el resultado de la disminución del empleo industrial en los países desarrollados y de su aumento en otras partes.4

Basándose en los datos estadísticos clásicos, se pueden hacer dos observaciones fundamentales.

En primer lugar, la distinción entre las diferentes actividades económicas es totalmente arbitraria. Sería preferible distinguir entre sectores primario, secundario y terciario. El sector primario, la agricultura, equivaldría a la extracción de recursos de la naturaleza. El sector secundario, la industria, equivaldría a la transformación de la naturaleza. Y el sector terciario a lo que queda. Se han clasificado como «servicios» numerosos sectores que pertenecen al sector secundario. La imagen se falsifica de esta manera.

En segundo lugar, estas estadísticas no tiene en consideración las relaciones de propiedad. Se clasifican en el sección agricultura tanto a los grandes hacendados, a los pequeños agricultores independientes como a los obreros agrícolas. Lo mismo que a empresarios, ejecutivos, autónomos y asalariados que se encuentran juntos en el apartado industria. En otras palabras, estas estadísticas enmascaran el carácter de clase de la sociedad actual.
En el capitalismo encontramos, grosso modo, a tres clases que se escinden en varias capas.

La clase propietaria, que posee las empresas, los bienes raíces, las máquinas y la tecnología (patentes), posee también los (grandes) medios de producción. Se adueña de los bienes producidos. La clase intermedia que es la clase de los pequeños propietarios y de los pequeños productores independientes. Y la clase obrera que es la clase sin medios de producción. Sólo dispone de su fuerza y de su capacidad de trabajo, las que pone a la venta.

La clase obrera es el corazón palpitante del sistema. Es el trabajo productivo el que crea las riquezas de la sociedad. El capital sólo puede aumentar gracias a la plusvalía generada en el proceso de producción. La clase obrera puede existir perfectamente sin los patronos capitalistas, mientras que el patrón no es nada sin los trabajadores. Ahí es donde reside precisamente el papel de la clase obrera como actor del cambio histórico. Los trabajadores productivos están en el centro de la producción y se enfrentan cada día a la contradicción entre trabajo y capital. Están mejor situados por consiguiente para entender la esencia de este sistema. Además de un núcleo activo a nivel de la producción, la clase obrera se compone de numerosas otras capas de trabajadores asalariados que, debido a la crisis persistente, al aumento de la presión en el trabajo, al aumento de la flexibilidad y a la incertidumbre constante, se ven cada vez más enfrentados a las contradicciones propias del sistema.

Por último, los parados también forman parte de la clase obrera. Es importante subrayar de nuevo la importancia de las tareas del movimiento sindical y del partido de los trabajadores. Los parados forman una capa específica porque, por definición, no pueden inmovilizar o alcanzar la arteria económica del capitalismo puesto que – por la naturaleza de su situación – están aún más desmembrados y desorganizados y porque, cuanto más apartados estén del proceso de producción, más abandonan la función disciplinaria y organizadora del trabajo. Esto no significa que los desempleados de la clase obrera estén fuera de la lucha. Al contrario.

Los sepultureros, lejos de estar muertos, están, por el contrario, bien vivos. La clase trabajadora europea, en un sentido amplio, estaba formada en 2002 por 137.5 millones de personas, de las que 2 millones eran trabajadores del campo. Y a escala mundial, hace casi 15 años había 884 millones de personas asalariadas, de las que 85 millones eran trabajadores agrícolas.5

 

¿Quien produce la riqueza?

Según algunos creadores de opinión, la época en la que el trabajo productivo creaba las riquezas sociales ha concluido. La teoría de la plusvalía, principal pilar de la teoría económica de Marx, habría sido superada. Esa es la conclusión apresurada que extraen los filósofos Toni Negri y Michael Hardt: «El papel central preferentemente ocupado por la fuerza de trabajo de los obreros de fábrica en la producción de plusvalores es hoy día asumido de forma creciente por una fuerza de trabajo intelectual, inmaterial y fundado sobre la comunicación. Es necesario entonces desarrollar una nueva teoría política de la plusvalía.»6

¿El trabajo ya es fuente, pues, de riquezas sociales? Todo lo contrario. Para vivir, la gente necesita comida, ropa y otros bienes materiales. Para obtener estos productos, deben trabajar, «producir». Son las personas las que, mediante la producción material, producen las riquezas de la sociedad. Todo trabajo material que entre en esta definición se puede considerar como trabajo productivo en general. La producción está organizada en grupo, a nivel social. En un momento histórico determinado, la producción superó al consumo inmediato. Se comenzaron a almacenar los cereales, la comida y el ganado. A partir de aquel momento clave, cada vez que había un excedente de producción, ciertos grupos de personas aprovechaban para apropiarse de este excedente de manera sistemática.
El trabajador vende su fuera de trabajo. Recibe un salario en contrapartida. Este salario, es lo que llamamos el «valor» de la fuerza de trabajo. Es el dinero que el trabajador necesita para cubrir sus necesidades, su educación, su salud, su alojamiento, etc.

El trabajador crea productos por medio de su trabajo. Pero el valor creado de esos productos es superior a su salario. . La diferencia, es lo que se llama la «plusvalía» y le pertenece en su totalidad al capitalista. Si un trabajador trabaja 8 horas, por ejemplo, en tres horas ha producido su salario (o el valor de su mano de obra). En las 5 horas de trabajo restantes produce valor excedente, exclusivamente para el capitalista. En palabras de Marx: «La producción de plusvalía es la ley absoluta de este modo de producción. »7
Quien no trabaje en la producción, en la producción de bienes, no realiza un trabajo productivo. «Debido a que el propósito directo, y el producto real de la producción capitalista es la plusvalía, sólo ese trabajo es productivo, y por tanto solo quien ejerce esa capacidad laboral es un trabajador productivo, al producir directamente plusvalía. »8, escribe Marx . «¿No es absurdo, (...), que el fabricante de pianos deba ser un trabajador productivo, pero no así el pianista, aunque sin el pianista el piano seria un despropósito?. Pero así es, exactamente. El fabricante de pianos reproduce capital; el pianista cambia su trabajo solamente por un ingreso. Pero el pianista produce música y satisface nuestro sentido musical ¿No produce, entonces en cierta manera? De hecho lo hace, su trabajo produce algo, pero no por ello es trabajo productivo en sentido económico.»8

Debido a la reciente revolución tecnológica, ciertamente hay una mayor necesidad de ciencia y de conocimientos de parte de los procesos de producción más modernos. Sin embargo, la inteligencia y comunicación fuera de la producción no crean plusvalía para el capital. Lo mismo ocurre con el trabajo que produce bienes que no circulan en el mercado, como las artesanía en barro.

Debido a esto, el trabajo productivo es una definición del trabajo que no tiene nada que ver con su contenido o con el valor de uso real que tiene asignado, sino con la forma social en la que se produce. Es por esta razón por la que el trabajo puede, para un sólo y único contenido, ser productivo o improductivo.

También el trabajo que se realizan por ingreso, y por el capital, como los sirvientes en las casas, cocineros, jardineros, chóferes y guardaespaldas, no es productivo, porque no crea una plusvalía para el capital.

Asumiendo que la plusvalía sólo se crea durante la producción (la fabricación de productos), el trabajo en el sector financiero (bancos, seguros, inversiones...) no es productivo. Del mismo modo, la circulación de productos (venta, grandes almacenes...) no crea plusvalía y por tanto no es productiva. El transporte y el almacenamiento, en cambio, se consideran elementos esenciales de la producción siendo efectivamente productivos, aun si se consideran «servicios» en la estadística clásica.

La reciente revolución tecnológica (informática, telecomunicaciones, digitalización...) supone un enorme progreso por el incremento de las fuerzas productivas y demuestra claramente que el mundo ha madurado lo suficiente como para pasar a un sistema de producción que se base en las necesidades de la población. Pero no son los ordenadores en sí, Internet, la informatización ni la automatización quienes producen las riquezas, como sugieren ciertos filósofos de moda, entre ellos Negri y Hardt. La fuente de plusvalía son los hombres que accionan las máquinas. En el seno de la clase obrera, en el seno del grupo formado por quienes venden su capacidad de trabajo a cambio de un salario, se encuentra un núcleo productivo. Estamos haciendo referencia aquí a todo el grupo de trabajadores asalariados activos en los sectores de la producción, del transporte y del almacenamiento de mercancías y servicios. El grupo que podría considerarse como los obreros de industria.

 

Trabajadores industriales, servicios y tecnología

Según Negri y Hardt, puesto que «la composición del proletariado ya no es la misma, conviene revisar su definición». «A menudo se concedía a la clase obrera un papel preeminente (...) tanto en los análisis económicos como en los movimientos políticos. Hoy en día esta clase obrera casi ha desaparecido del panorama. No ha dejado de existir, pero la han desalojado de su posición privilegiada en la economía capitalista y de su posición hegemónica en la composición de la clase proletaria.»9 Y, añaden los dos autores, «se podría calificar el paso de la dominación de la industria a la de los servicios, un proceso de post modernización económica, o mejor dicho, de informatización».10 El hecho de que el proletariado industrial constituya «la parte preponderante de la clase obrera» no tiene nada que ver con su número. Si no con su posición en el proceso de producción. Es el grupo que sufre más directamente la explotación. La clase obrera crea la plusvalía repartida entre los diferentes sectores no productivos. Es la que domina los eslabones vitales de la economía.

Conviene sin embargo poner en duda el mito acerca del número de trabajadores de la producción. El número de obreros de industria, el núcleo productivo de la clase obrera, es más importante de lo que se menciona en las estadísticas clásicas en la sección «industria». Una parte importante del «sector terciario» asalariado, también forma parte del núcleo productivo, de la parte activa en el proceso de producción, en el transporte o el almacenamiento. A grosso modo, se puede decir que en Europa el proletariado industrial cuenta con unos 60 millones de trabajadores asalariados (en la industria o los servicios vinculados a la industria).11

En Europa, cerca de 14 millones de trabajadores asalariados trabajan en «business services» (servicio ligados a las empresas – véase Tabla 4). Se trata de los sectores informáticos vinculados a la industria, el mantenimiento tecnológico, las empresas de limpieza industrial, seguridad y mantenimiento técnico, así como los estudios de mercado, la publicidad y recursos humanos.12

Para estos sectores, el crecimiento es doble. Por una parte, la informatización en perpetuo desarrollo infla el empleo en los sectores informáticos. Y, por otra parte, en estos sectores se encuentran un gran número de empleos de «subcontratatas» (outsourcing) que, antaño, se clasificaban en la sección industria. Lo importante, es que estos sectores están vinculados al proceso de producción. Y es una infravaloración asumir que la mitad de los 9 millones de trabajadores asalariados del sector de los transportes (por tierra, mar y aire) esté activa en el proceso de producción mediante el transporte de mercancías. Por otra parte, otros sectores terciarios están también implicados en la producción, por ejemplo los servicios de mensajería como DHL (Deutsche Post) que ahora se incluyen en la sección correo y comunicaciones.

Por tanto, no es una exageración decir que en Europa, 20 millones de trabajadores asalariados del «sector terciario» están trabajando, de hecho, en la producción industrial ( NDT: y que, en España, son tres millones.) En estos momentos, sólo podemos dar una cifra aproximada. Para conocer la cantidad exacta, habría que proceder a un estudio más profundo y detallado.

«A finales del siglo 20, la mano de obra industrial perdió su posición hegemónica y emergió en su lugar una ‘mano de obra inmaterial’, es decir una mano de obra que crea productos inmateriales, como el saber, la información, la comunicación, las relaciones o las reacciones emocionales», declararon Negri y Hardt. «Pensamos que en términos cualitativos, ahora es ésta mano de obra inmaterial la que ocupa una posición hegemónica.»13

Los cambios ocurridos a lo largo de los últimos diez años en los sectores de la informática y las comunicaciones representan un prodigioso salto adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, estas revoluciones tecnológicas no se hacen solas, como pretenden Negri y Hardt. Están inmersas en el sistema de producción capitalista. Según Antonio Negri, esta revolución tecnológica transformó radicalmente el trabajo e incluso lo «emancipó». «La producción aseguró incluso su influencia en los cerebros de los trabajadores.» Esto viene «del hecho de que la inteligencia – la fuerza de la imaginación, la capacidad de invención y de creación – se pone de verdad a trabajar». Concluye: «Ahora, la gente se ha adueñado de las formas, de los instrumentos, de las herramientas con los que producen la riqueza.» Esto significa que «la toma de posesión por el capital del instrumento de producción se hace imposible».14

Negri olvida las relaciones de propiedad. La investigación, la informática, el desarrollo y la genética son ahora propiedades privadas. En la «sociedad del saber», no son «la inteligencia y la imaginación» las que cuentan, sino la apropiación privada del saber mediante patentes de invención y copyright. «El capital empieza haciendo preso el progreso histórico y lo pone al servicio de la riqueza»15, escribe Marx. Cada vez que un gigante farmacéutico obtiene una patente para una medicina, se apropia el saber científico desarrollado en los laboratorios universitarios por varias generaciones de investigadores. «La requisa por el capital es imposible», pretende Negri. Sin embargo la realidad muestra todo lo contrario. El capital se adueña en todo los terrenos del saber histórico y social de la sociedad. Al encerrar, o mejor dicho al encarcelar, el saber en patentes, la sociedad renuncia a sus posibilidades intrínsecas de progresar en el plano social.

Desde el punto de vista de la tecnología, la revolución digital marca un valioso paso adelante pero, desde el punto de vista de las relaciones de propiedad, no hay ninguna diferencia cualitativa con respecto al período en que la máquina daba sus primeros pasos. «Es indiscutible que no es la máquina la que «liberó» a los trabajadores de sus medios de subsistencia», escribe Marx, ya que «las contradicciones y los antagonismos» son «inseparables del empleo capitalista de las máquinas (...). Así, la máquina considerada en sí misma acorta el tiempo de trabajo (...), pero su empleo por el capitalista, prolonga la jornada de trabajo. La máquina en sí aligera el trabajo, pero su empleo capitalista acrecienta la intensidad del trabajo. La máquina en sí es una victoria del hombre sobre las fuerzas naturales, pero su empleo capitalista somete al hombre a esas mismas fuerzas naturales. La máquina en sí acrecienta la riqueza de los productores, pero su empleo capitalista los empobrece.»16

Antonio Negri escribió: «los contactos, las relaciones, los intercambios y las aspiraciones se han vuelto productivos»17. Pero, por el contrario, todos «los contactos, las relaciones y los intercambios» que entran en juego en la producción sirven para acrecentar la tasa de beneficio. La flexibilización pretende disminuir los tiempos muertos y el capital muerto. El trabajo a domicilio y el teletrabajo, la vuelta al destajo, como en la época de las manufacturas, y los pagos de primas en función de las prestaciones, deben suponer un ahorro en la fuerza de trabajo. Ahorrando a la vez en el capital muerto y en el capital vivo, la tasa de beneficio aumenta. Mientras que, para los trabajadores, eso significa un aumento del estrés, las horas extras y las enfermedades.

 

Des-industrialización e industrialización

El gobierno francés encargó un amplio estudio para comprobar la afirmación según la cual la industria está desapareciendo.. Después de meses de investigación, la comisión concluyó que «Desde principios de los años 1990, el volumen del valor añadido de las industrias manufacturadas aumenta más rápidamente que el del conjunto de la economía. No hay por tanto desindustrialización, sino por el contrario crecimiento de la industria. Este fenómeno es propio al conjunto de los países industrializados. Paralelamente, la parte del empleo industrial no dejó de disminuir, pasando del 24% en 1980 al 15,9% de la población activa en 2002. El origen de esta disminución proviene de las ganancias de productividad de los asalariados en la industria francesa, que se han situado entra las más elevadas del mundo, con 4,1 % al año desde 1990. (...) Lo que llamamos desindustrialización es en realidad un efecto óptico consecuencia de un dinamismo industrial.».18 La Comisión europea también ordenó redactar un informe, que llegó a la siguiente conclusión: «El análisis llevado a cabo por la Comisión indica que no existen pruebas de un proceso generalizado de desindustrialización. En cambio, la industria europea se está enfrentando a un proceso de mutaciones estructurales...»19
Hoy se produce más, pero con menos personas. La productividad ha aumentado. En lo que atañe a la estructura de las empresas, se advierte que también ocurrieron profundos cambios durante los últimos años, en particular a causa de la subcontratación. Y el 7% de las pérdidas de empleos del sector industrial en Europa son debidas a las deslocalizaciones. Tres factores, propios de este sistema que se basa en la obtención del máximo beneficio, explican por tanto la reducción del empleo en la producción: el aumento de la productividad, la subcontratación creciente de la producción y las deslocalizaciones.

El aumento de la productividad es la primera causa de desaparición de los empleos en la industria. No tiene nada que ver con la «desindustrialización». Por el contrario, se produce más, pero cada vez con menos personas. O, como escribe Marx: «la condena de una parte de la clase asalariada al ocio forzado debido a un exceso de trabajo de la otra parte»20 Las 300 ETN (Empresas Transnacionales) más grandes controlan por lo menos una cuarta parte de la producción mundial, pero proporcionan menos del 1% del trabajo.21

En una sociedad socialista, el progreso tecnológico sirve para aligerar el peso de la vida de la gente y para satisfacer sus necesidades. Hoy sin embargo, el aumento de la productividad está dirigido a la extracción de la mayor cantidad de plusvalía para acabar con los competidores, generando de esta manera insoportables condiciones laborales.

En segundo lugar, a causa de la «subcontratación» los trabajadores se ven forzados a ofrecer su fuerza de trabajo a subcontratistas, agencias de trabajo temporal, sociedades IT, etc., a cambio de un salario inferior. Al mismo tiempo se constata que una parte de la protección social desaparece. En efecto, los derechos sindicales son prácticamente inexistentes en la mayoría de las empresas de subcontratación y de las agencias de trabajo temporal. La subcontratación es un ataque contra la fuerza colectiva de los trabajadores como clase.

Estamos de nuevo ante una evolución dentro del proceso de industrialización, y no de desindustrialización. Así, la Engineering Employer’s Federation de Gran Bretaña declaró: «Una parte importante de la industria de los servicios ha sido creada por la industria mediante la subcontratación de sectores como el mantenimiento, la restauración colectiva y la asistencia jurídica. (...) La industria podría abarcar hasta el 35% de la economía, más que el 20 % generalmente aceptado, si los cálculos se basaran en estadísticas correctas.»22

No se trata pues de «desindustrialización», sino de fragmentación de la clase obrera productiva en empresas más pequeñas y en agencias de trabajo temporal.
Un tercer factor responsable de la desaparición del empleo en «la industria», – y es importante destacar que sólo se encuentra en tercera posición –, es la deslocalización. Este traslado global de capacidad productiva no es sinónimo de desindustrialización, sino de industrias que se mueven de un continente a otro.

 

La clase responsable de su propio futuro

Hace 150 años, la clase obrera apenas salía de la cuna y Karl Marx y Friedrich Engels ya no tenían ninguna dificultad en «decretar» el papel de vanguardia de la clase obrera.
Lo que «decreta» que los obreros son pioneros, es la historia, son las leyes económicas, políticas y organizativas del régimen capitalista. Mientras exista el capital, la fuerza social que permite al capital multiplicarse no podrá desaparecer. Sin trabajo productivo, no hay plusvalía y no hay beneficio para los patronos. Existen aproximadamente mil millones de familias obreras en este mundo, estas familias son los actuales sepultureros del sistema de las ETN y de la maximización del beneficio. Constituyen, como lo observan Marx y Engels en su Manifiesto del Partido comunista, el movimiento de la mayoría. «Todos los movimientos del pasado fueron el hecho de minorías o le dieron provecho a minorías. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de la inmensa mayoría en el interés de la inmensa mayoría. El proletariado, la capa más baja de la sociedad actual, no puede levantarse, enderezarse, sin hacer saltar todo el edificio de capas superiores que constituyen la sociedad oficial.»23

 

Éxodo y deserción

La antigua secretaria general del PTB, Nadine Rosa-Rosso, defendía en el Partido la posición de que las condiciones laborales actuales son tan infernales que los trabajadores no pueden organizarse en el lugar de empleo.

¿Cómo lo hizo entonces el joven movimiento obrero a mediados del siglo diecinueve? ¿Las nacientes industrias no eran también «lugares infernales»? Uno podía perderlo todo: su salario, su comida, su salud y su vida. Y sin embargo hubo una revuelta colectiva. Y a pesar de eso los trabajadores se organizaron «en condiciones que eran mas que infernales» que las actuales. Si Marx y Engels se hubiesen resignado a suspirar frente a toda esta miseria, ni la Primera Internacional ni la conciencia de la necesidad de sindicatos habrían sido un hecho.

Nadie puede negar que, en estos últimos diez años, las condiciones de trabajo se han deteriorado

Como la contrarevolución de terciopelo hizo caer al socialismo, el capitalismo está arrasando de nuevo al trabajo. Desde que la contrarrevolución de terciopelo hizo besar la lona al socialismo, el capital se ha vuelto más audaz. Se vuelven a convertir las fábricas en cuarteles. El estrés ha reemplazado a la silicosis. Los empleos fijos han sido sustituidos por empleos de media jornada y empleos temporales, los empleos bien remunerados por empleos basura y fuera de los convenios colectivos. La proporción de los salarios en la riqueza global va disminuyendo. Las antiguas leyes contra las huelgas vuelven a ver la luz, se crean nuevas, se imponen multas.

Pero nadie podrá negar tampoco que el proletariado se opone a la ola de liberalización y al desmantelamiento de las conquistas sociales. Esta oposición se presenta bajo múltiples facetas. El número de acciones realizadas en las empresas está en constante aumento desde los años 90. Se trata de acciones en el terreno, organizadas por decenas de miles de representantes sindicales, de gente de carne y hueso. Gente que no ha abandonado las empresas.

También Negri y Hardt ven el potencial para la oposición especialmente fuera de las fabricas y sindicatos.

«La fuerza de la clase obrera no reside en las instituciones representativas, sino en el antagonismo y la autonomía de los propios trabajadores.» Es lo que escribían Negri y Hardt sobre la clase obrera americana en los años 1960 y 1970. «Además, la creatividad y la conflictividad del proletariado residían también – y quizás de manera más importante – en las poblaciones que trabajan fuera de las fábricas. Incluso (y especialmente) los que se negaban activamente a trabajar eran a la vez amenazas serias y soluciones de recambio creativas.»24

Durante el período 1960-1970, había según los dos autores una fuerza creativa en el «rechazo del régimen disciplinario»25. «La perspectiva de conseguir un empleo garantizando un trabajo estable y regular de ocho horas al día y de cincuenta se- manas al año, para toda una vida de trabajo; la perspectiva de entrar en el régimen normalizado de la fábrica social: todo esto había sido el sueño de muchos de sus padres – pero les parecía de ahora en adelante como una especie de muerte. El rechazo masivo del régimen disciplinario, que revestía una gran variedad de formas, no fue sólo una expresión negativa, sino que también fue un momento de creación…»26

Negri y Hardt pretenden que es ese período el que les inspira para proponer hoy«nuevas formas de lucha de clase»: «Deserción y éxodo son potentes formas de lucha de clase, contra la posmodernidad imperial, en su mismo contexto.».26 Y precisan: «Mientras en la era disciplinaria, la noción fundamental de resistencia era la de sabotaje, en la era del control imperial podría ser la deserción (...). Las batallas contra el Imperio podrían ganarse por sustracción y desafección.»27

Para ciertos intelectuales, la fábrica es una máquina infernal pero, para los trabajadores, es, además de ser el lugar donde se ganan el pan, el lugar donde ejercen su oficio con orgullo y el lugar por excelencia donde pueden realizar la lucha. La fábrica organiza y junta a los trabajadores con vistas a una confrontación directa con los patronos. La fábrica que da los enormes beneficios gracias a los cuales los capitalistas se enriquecen, también es su punto débil. Al éxodo, a la huida, a la «suspensión del régimen disciplinario» se opone la visión de Lenin, que sigue siendo actual: «Esa fábrica, que para algunos parece ser nada más que un espantajo, es la forma superior de la cooperación capitalista, que agrupó y disciplinó al proletariado, le enseñó la organización, lo puso a la cabeza de todas las otras categorías de la población laboriosa y explotada. El marxismo, ideología del proletariado educado por el capitalismo, ha enseñado y enseña a los intelectuales inconstantes la diferencia entre el aspecto explotador de la fábrica (disciplina basada en el temor de morir de hambre) y su aspecto organizativo (disciplina basada en el trabajo en común, resultante de una técnica altamente desarrollada). La disciplina y la organización, que al intelectual burgués le cuesta tanto llegar a adquirir, son asimiladas muy fácilmente por el proletariado, gracias justamente a esa “escuela” de la fábrica. El mortal temor por esa escuela, la incomprensión absoluta de su importancia como elemento de organización, son característicos del modo de pensamiento que refleja las condiciones de existencia pequeñoburguesas, engendra ese aspecto del anarquismo que los socialdemócratas alemanes llaman Edelanarchismus, es decir el anarquismo del señor “distinguido”, el anarquismo el gran señor, diría yo.. »28

Hace más de siglo y medio que los revisionistas del marxismo abogan por el abandono del lugar de trabajo. Otros grupos sociales debían encarnar la fuerza creativa y la creatividad del cambio, traer un aire nuevo o liderar la revolución social. El discurso empieza siempre con estas palabras: «Los tiempos han cambiado». La irrupción de la democracia burguesa primero «lo modificó todo» a nivel de las naciones, la aparición de monopolios vino luego «a repartir otra vez las cartas», luego les tocó modificar en profundidad la situación a los derechos de la seguridad social en la sociedad de abundancia y, hoy, serían las recientes modificaciones a nivel de la producción las que no habrían dejado títere con cabeza. Se oye decir que «la combatividad, hay que encontrarla fuera de los muros de la fábrica», que «es afuera, donde conviene buscar aire fresco», y que «los trabajadores se han vuelto egoístas», que «la clase obrera europea faltó a su cita con la historia» y que «otros grupos tienen que desempeñar ahora el papel de vanguardia». A lo largo del pasado siglo, los pobres, los excluidos, las personas que se niegan a trabajar, los emigrantes, los ecologistas, los verdes, los pacifistas, las mujeres, los científicos, los informáticos... todos, antes o después, fueron reconocidos como el grupo social al que le correspondía liderar la revolución. El punto común entre todas esas teorías, es que todas ignoran las leyes sociales y económicas de la historia, que todas evitan la cuestión de la producción y del control de la producción.

El corazón del cambio actual, es la lucha entre trabajo y capital. No se puede olvidar el análisis de Lenin al respecto: «En cualquier país capitalista, la fuerza del proletariado es incomparablemente mayor que su proporción numérica en la masa general de la población. Y esto es así porque el proletariado domina económica- mente en el centro y en el nervio de todo el sistema económico del capitalismo, y también porque, bajo el capitalismo, el proletariado expresa, económica y políticamente, los verdaderos intereses de la inmensa mayoría de los trabajadores. Por eso, incluso cuando constituye una minoría de la población (o cuando su vanguardia consciente y verdaderamente revolucionaria constituye una minoría de la población), el proletariado es capaz de derribar a la burguesía y de ganarse después muchos aliados entre esa masa de semiproletarios y pequeños burgueses que antes no se habría manifestado jamás a favor del dominio del proletariado, que antes no comprendería las condiciones y las tareas de ese dominio y a la que sólo su experiencia ulterior habrá de convencer de que la dictadura del proletariado es inevitable, acertada y necesaria.»29

El hecho de que los trabajadores productivos se encuentren en el ojo del huracán, que lleven a cabo la lucha entre trabajo y capital en el lugar de trabajo, no significa que sean los únicos que luchan. Y mucho menos significa que una gran alianza entre los trabajadores productivos sea inútil, las otras capas de la clase obrera, los agricultores, las capas proletarizadas de la inteliguentsia, los progresistas y los jóvenes que escogieron el bando de los explotados. Al contrario. Como los trabajadores productivos están formados, organizados y disciplinados en la lucha, como los trabajadores industriales constituyen el corazón de este sistema de producción, tienen como misión empujar las otras clases explotadas y oprimidas. No se dirigen hacia las otras capas sociales para «tomar aire» para «encontrar oxígeno» o para adquirir «una fuerza creadora», sino para que avance el conjunto de la lucha social. Así, los obreros metalúrgicos de las Forjas de Clabecq se juntaron al movimiento de los profesores, alumnos y estudiantes en 1994-1996.

Según Negri y Hardt, «Se debería encontrar un nuevo tipo de resistencia adecuada a las dimensiones de la nueva soberanía... Hoy, también, podemos ver que esas formas tradicionales de resistencia, como las organizaciones obreras institucionales desarrolladas durante gran parte de los siglos XIX y XX, han comenzado a perder su poder».30 El movimiento obrero y sus organizaciones sindicales se enfrentarán sin lugar a du- das a nuevos desafíos: la organización de una fuerza de trabajo a tiempo parcial, flexible y precaria, la movilización del trabajo temporal y de la subcontratación, la implicación de empleados del sector privado, etc. Y cuando ciertos dirigentes del movimiento sindical, como la dirección de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), se identifican con los objetivos de los grandes monopolios europeos y la Unión europea -en otros términos, «se institucionalizan»-, el movimiento sindical pierde en la práctica parte de su poder. ¿Pero el problema se sitúa realmente a nivel de las organizaciones de trabajadores, del concepto de movimiento sindical como organizador de la clase obrera? ¿O se sitúa a nivel de un grupito de dirigentes sindicales?

Es tarea del partido, de los comunistas, el poner al sindicato al servicio de la clase trabajadora, y ayudarlo a alcanzar sus demandas políticas. Lenin enfatizó las tareas de los comunistas en los sindicatos de trabajadores. «Temer este “espíritu reaccionario”, esforzarse por prescindir de él, por saltar por encima de él, es una inmensa tontería, pues equivale a temer el papel de vanguardia del proletariado, que consiste en educar, instruir, preparar, traer a una vida nueva a los sectores más atrasados de las masas obreras y campesinas...31. «Pero la lucha contra la “aristocracia obrera” la sostenemos en nombre de la masa obrera y para ponerla de nuestra parte; la lucha contra los jefes oportunistas y socialchovinistas la llevamos a cabo para conquistar a la clase obrera. Sería necio olvidar esta verdad elementalísima y más que evidente. Y tal es precisamente la necedad que cometen los comunistas alemanes “de izquierda”, los cuales deducen del carácter reaccionario y contrarrevolucionario de los cabecillas de los sindicatos la conclusión de la necesidad de. . . ¡¡salir de los sindicatos!!, de ¡¡renunciar a trabajar en los mismos!! y de ¡¡crear nuevas formas de organización obrera inventadas por ellos!! Es ésta una estupidez tan imperdonable que equivale al mejor servicio prestado a la burguesía por los comunistas..»32

A finales del siglo veinte, y comienzos del veintiuno, el revisionismo ha sido asumido por numerosos partidos revolucionarios. La tarea de dar marcha atrás a ese proceso, que todavía debe ser completada, llevará al movimiento comunista a la cabeza de los movimientos de lucha. Hoy en día hay dos retos que siguen siendo válidos: construir cuadros revolucionarios formados en la lucha y en el Marxismo. Cuadros que tengan la capacidad de construir la unidad de la clase obrera y la alianza social de la clase obrera con las otras capas oprimidas. 

Ver también el libro de Peter Mertens, La clase obrera en la Era de las Multinacionales,

1. Fuente: ILO, World Employment Report 2007, la Comisión Europea, Empleo en Europa 2004.
2. Antonio Negri, Return. Biopolitica ABC. Discusiones con Anne Dufourmantelle. Amsterdam, Van Gennep, 2003 [2002], p. 43.
3.V.I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo. [1916]. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/IMP16s.html
Fuente: UNCTAD, Trade and Development Report, 2010. Nota: en esta estadística, el empleo en la produccion (`manufacturera’) es solo una parte del empleo en la industria.
  1. Fuente: Comisión Europea, Estadísticas sociales europeas, resultados de estudios de la fuerza laboral 2002, 2003 Edition. Para cifras a escala mundial ver: Deon Filmer, Estimating the world at Work, World Bank 1995.
6. Michael Hardt, Antonio Negri, Empire, The New World Order, Amsterdam, Van Gennep Publishing, 2002, blz. 45. Hardt and Negri proclaman adoptar esta teoría de `un grupo de escritores marxistas contemporáneos de Italia’ sin especificar de quienes se trata.
7. Karl Marx, Capital, Una crítica de la economía política[1867]. Volumen I, Libro 1: El Proceso de Producción del Capital. Progress Publishers, Moscow, USSR, p. 306.
8. Karl Marx, Capitalist Production as the Production of Surplus Value, Productive and Unproductive Labour. Economic Manuscript of 1861-63, in Theories of Surplus Value.
http://www.marxists.org/archive/marx/works/1864/economic/ch02b.htm. (NDT: traducido del inglés). Segunda cita: Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Gründisse (1857-1858). http://es.scribd.com/doc/12822033/Carlos-Marx-Elementos-Fundamentales-para-la-Critica-de-la-Economia-Introduccion-y-metodo
9. Michael Hardt, Antonio Negri, Empire, The New World Order, Amsterdam, Van Gennep Publishing, 2002, p. 68. Itálicas agregadas, pm.
10. idem, p. 283. Itálicas agregadas por Negri y Hardt.
11. La Europa en cifras — L’annuaire d’Eurostat 2010 http://epp.eurostat.ec.europa.eu/cache/ITY_OFFPUB/KS-CD-10-220/FR/KS-CD-10-220-FR.PDF
12. En la estadística internacional del Eurostat, los servicios están subdivididos en: (g) Reparaciones al comercio por mayoreo y menudeo, (h) hoteles y restaurantes, (i) transportes y comunicaciones, (j) intermediación financiera, (k) Actividades de negocios y estados reales, (l) administración y (m-q) otros servicios. En (k) también se incluyen “servicios a compañías” (secciones 72 y 74). Los datos en el estudio mencionado son totales, sin distinción entre trabajo asalariado y trabajo independiente para el “sector de negocios”. Hemos decidido mantener una proporción de 86%, porque en el total de los `servicios’ europeos hay un 86% de gente que recibe pagos por los servicios.
13. Michael Hardt, Antonio Negri, Mass of people, War and Democracy in the New World Order, Amsterdam, De Bezige Bij, 2004, p. 120-121.
14. Antonio Negri, Return. Biopolitics ABC. Discussions with Anne Dufourmantelle. Amsterdam, Van Gennep, 2003 [2002], p. 83.
15. Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Gründisse (1857-1858). http://es.scribd.com/doc/12822033/Carlos-Marx-Elementos-Fundamentales-para-la-Critica-de-la-Economia-Introduccion-y-metodo.
16. Karl Marx, El capital, [1867]. Volumen I, Libro uno: El proceso de producción del capital, Progress Publishers, Moscow, USSR, p. 216.
17. Antonio Negri, Return. Biopolitics ABC. Discussions with Anne Dufourmantelle. Amsterdam, Van Gennep, 2003, p. 60.
18. Max Roustan, diputado. Assemblée Nationale. Reporte de información hecho en nombre de la delegación para la planificación y el desarrollo sostenible del territorio, sobre la desindustrialización del territorio. Presidencia de la Asamblea Nacional, Mayo 27, 2004, p. 46-47 http://www.assemblee-nationale.fr/12/pdf/rap-info/i1625.pdf. Itálicas añadidas, PM.
19. Commission des Communautés Européennes, Comunicación de la comisión. Accompagner les mutations structurelles : Une politique industrielle pour l’Europe élargie. Bruxelles, COM (2004) 274 final, April 20th, 2004, p. 2. http://europa.eu.int/eur-lex/fr/com/cnc/2004/com2004_0274fr01.pdf.
20. . Karl Marx, El capital, [1867]. Volumen I, Libro uno: El proceso de producción del capital, Progress Publishers, Moscow, USSR, p. 315.
21. Jed Greer, Kavaljit Singh, A Brief History of Transnational Corporations, Corpwatch, 2000. http://www.globalpolicy.org/socecon/tncs/historytncs.htm#bk2_ft35.
22. Swasti Mitter, Common Fate, Common Bond. Woman in the Global Economy. Londen, Pluto Press, 1986, p. 98.
23. Karl Marx & Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista [Febrero 1848]. Foreign Language Press, Peking, 1970, Third print, p. 45. http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
24. Michael Hardt, Antonio Negri, Empire, The New World Order, Amsterdam, Van Gennep Publishing, 2002, p. 272. Italics added, pm.
25. idem p. 277.
26. p. 219.
27. idem p. 217.
28. V. I. Lenin, Un paso hacia adelante, dos pasos hacia atrás, [1904]. Ver: Collected Works, 4th English Edition, Progress Publishers, Moscow, 1965, p. 391-392 http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/OSF04NBs.html
29. V. I. Lenin, Las elecciones a la Asamblea constituyente y la dictadura del proletariado [Diciembre 1919]. In: Collected Works, 4th English Edition, Progress Publishers, Moscow, 1965, p. 271.
30. Michael Hardt, Antonio Negri, Empire, The new World Order, Amsterdam, Van Gennep Publishing, 2002, p. 309. Italics added, pm.
31. V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo [Diciembre 1919]. In: Selected Works, English edition, Foreign Languages Publishing House, Moscow, 1952, Vol. II, Part 2. Reprint by Foreign Language Press, Peking, 1970, p. 42. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html
32. Idem, p. 43-44.