7 de enero de 2013

EL DRAMA ECONÓMICO ESTADOUNIDENSE

José Antonio Rojas Nieto. La Jornada

Es muy probable que este 2013 sea uno de los más severos de los últimos tiempos para la economía estadounidense. El acuerdo fiscal –que sin duda da un ligero margen de maniobra al gobierno– lo confirma. ¡Cómo no lograr un acuerdo a pesar de la cerrazón de algunos representantes (republicanos y demócratas, por lo demás), luego de que el endeudamiento federal –el global, incluso– ha llegado ya a un nivel sin precedentes! Y es que este endeudamiento gubernamental ha sido correlato de un desendeudamiento relativo –leve, sin embargo– del quebrado sistema bancario y financiero estadounidense y, en menor medida, de los hogares. ¿Por qué quebrado? Pues nada más porque a finales de 2012 tenía en su poder los contratos de 70 por ciento de unos 55.3 billones de dólares de deuda (350 por ciento del valor anual del producto) que tienen una muy pero muy baja probabilidad de ser cubiertos. No sólo en tiempo sino en forma y nivel, como gustan decir los banqueros.

Por cierto, este porcentaje de 70 por ciento del total que se debe a bancos y financieras, prácticamente coincide con el monto que representa la deuda contraída por los sectores no financieros del vecino país. ¿Cuáles? Los hogares estadounidenses (25 por ciento), las empresas no financieras (14 por ciento), el gobierno federal (18 por ciento), los gobiernos estatales y locales (5 por ciento), empresas no corporativas (7 por ciento). De estos datos se desprende que el sector público de nuestros vecinos tiene un endeudamiento del orden de 16.1 billones de dólares (casi 30 por ciento de la deuda total). Y que prácticamente debe el equivalente al producto anual de 2012. My buena parte de este endeudamiento, por cierto, está en poder de organismos y gobiernos extranjeros, a los que se endeudan 9 billones de dólares, casi la quinta parte de la deuda total.

En buen romance ¿qué significa esto? Pues que apenas destinando todo el valor agregado producido en 2012, el sector público del vecino país podría pagar su deuda. Y, sin embargo, quedaría pendiente el pago de la deuda de los sectores privados, financieros (26 por ciento) y no financieros (40 por ciento). Y un monto muy pequeño de deudores foráneos (4 por ciento). Por curioso que parezca, el acuerdo logrado por el presidente Obama (con un pelo cada vez más blanco, por cierto) permite –¡oh paradoja!– que se contrate más deuda. ¿Para qué? Para pagar deuda (les juro que no es trabalenguas). Esto, a su vez, hará posible menores restricciones de gasto público. Pero, ¿para qué? Ante todo para seguir destinando recursos de los contribuyentes al rescate del sistema bancario y financiero estadounidense. Para mostrarlo es suficiente la evolución reciente del desendeudamiento de este sector bancario y financiero estadounidense, y la correlativa profundización del endeudamiento público. Pero también para paliar un poco una reiterada situación crítica que desde finales de 2007 y principios de 2008 no da tregua a los hogares estadounidenses (en realidad tampoco nos da tregua a nosotros, por más que los personeros gubernamentales traten de ocultarlo al hablar de la estabilidad macroeconómica).

¿Algunos indicadores? Sólo algunos. De finales de 2007 (o sea hace ya cinco años) a mediados de 2011, el tiempo promedio que tardaba un estadounidense despedido en volver a encontrar empleo se elevó de cerca de 17 semanas a poco más de 40. Pues bien, de finales de 2011 a la fecha, este promedio prácticamente no ha disminuido. ¿Otro indicador? Pues sí. A la fecha apenas se ha logrado resarcir su empleo –en condiciones más precarias, por cierto que antes– a no más de 3 millones de estadounidenses. Sí, de los 9 millones expulsados de su empleo de inicios de 2008 a finales de 2009 (por cierto, dos años continuos de expulsión de ocupados) faltan todavía de emplearse 6 millones más. Evidentemente, esto no contabiliza el monto que representan los nuevos jóvenes estadounidenses que se han ido integrando al mercado laboral de 2008 a la fecha. Acaso por eso –y de manera dramática– uno de cada cuatro jóvenes de entre 16 y 19 años no tiene empleo en Estados Unidos. Además, y por si fuera poco, el nivel real de los salarios se ha mantenido sin mejoría alguna, desde 2009. Incluso los últimos meses de 2012 ya registró cierta disminución real.

¿Otro indicador? El peso de salarios y remuneraciones en el producto. De 2008 a la fecha ha bajado. De 46 a cerca de 43 por ciento, casi tres puntos menos. Todos estos indicadores muestran la terrible situación social que ha representado la crisis para nuestros vecinos, Y, sin duda, determina un marco en el que nos moveremos nosotros en los próximos años. De veras.